Especiales
El 21 de septiembre de 2010, el Comandante en Jefe Fidel Castro se reunió en La Habana con más de 600 pasajeros del «Crucero por la Paz», casi todos de nacionalidad japonesa, y entre los cuales viajaba una sobreviviente del holocausto nuclear ocurrido el 6 de agosto de 1945.
Estuve aquel día en el Palacio de las Convenciones, donde se narraron los testimonios y las vivencias desgarradoras de un hecho tan brutal de la historia de la humanidad. Entonces, Fidel evocó su visita a Hiroshima, en marzo de 2003, durante una estancia de tránsito por tierra...
Recias preocupaciones provocaron en Martí la convocatoria yanqui a la Conferencia Internacional Americana,1 cuyas sesiones se desarrollaron entre el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril de 1890 —incluida una gira por la nación norteña para que los delegados apreciaran sus portentos y maravillas—, con la evidente intención de sometera los pueblos de nuestra América, liberados del coloniaje español, a una nueva coyunda: el neocolonialismo, disfrazado bajo el signo de panamericanismo, idea de Bolívar pervertida por las ambiciones de Estados Unidos, por entonces una potencia emergente en busca de expansión.
Así, en agosto...
El joven Fidel
“[...] nací guerrillero [...]”1 expresaba en mayo de 1985 el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz al teólogo brasileño Frei Betto, en reveladora e histórica entrevista recogida para la posteridad en el libro Fidel y la religión. Tal afirmación la asociaba con el hecho de haber llegado al mundo a las dos de la madrugada, y teniendo en cuenta que la noche es una aliada perfecta e inseparable de la guerra irregular.
Un 14 de junio, aunque de años distantes en el tiempo y en circunstancias diferentes, nacieron Antonio Maceo Grajales y Ernesto Guevara de la Serna, quienes estaban llamados a formar parte esencialísima del alma de la nación cubana.
Antonio nació en la Cuba de 1845, inmersa en el oprobioso sistema colonial y esclavista. Aunque nació libre e, incluso, su familia contaba con algunas pequeñas propiedades, vino al mundo en medio de una feroz discriminación racial que lo marcaría para siempre y, por eso, junto a sus ansias de libertad para la patria oprimida, marcharían sus anhelos...
“‘Traducir es traspensar’, escribió [José Martí] a sus veintidós años, y a esta ambiciosa divisa fue constantemente fiel. Aunque La Edad de Oro muestra no pocos ejemplos de esa labor suya de traspensamiento, los casos mayores probablemente hayan sido sus versiones de Mis hijos, de Víctor Hugo, que hizo en 1875; de Ramona, en 1887; y del vasto poema de Thomas Moore LallaRook[…]”.1Dos años después definió: “Traducir es tanto como crear […]”.2Y esto quiere decir, sencillamente, que hay mucho de José Martí en cada una de sus traducciones y, en el caso que nos ocupa, algunos autores han planteado...