Nació en la Ciudad Héroe, donde “no se caminan cien metros sin que te encuentres un lugar de elevada significación histórica”. De ella, de sus padres y de sus escuelas, afirma que adquirió ese sentimiento patriótico que consolidó en los años siguientes, cuando muchos cubanos salieron a cumplir misiones internacionalistas en las repúblicas de Angola, Etiopía y Nicaragua. Esa unión de elementos, asegura haber sido el catalizador decisivo para hacerlo escoger su profesión: ser militar.

Así llegó Eugenio Armando Rabilero Aguilera a la Escuela Interarmas General José Maceo, “donde excelentes profesores se encargaron de vincular la enseñanza del arte marcial, con el análisis de relevantes acciones combativas en los sitios donde desarrollamos las clases”.

Desde entonces, combina con orgullo el traje verde olivo que lo identifica como miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), con el uniforme de tanquista por ser la especialidad escogida en aquellos años juveniles, y a la cual le agradece mostrarle su misión desde el primer día: sentirse parte de aquella caballería mambisa, que rescató al brigadier Julio Sanguily en los campos camagüeyanos. Solo que ahora sus corceles eran de puro acero, los cuales exhiben estampados en monogramas en la frente y el pecho.

Poco a poco, este joven oficial aprendió el valor de la superación constante, del trabajo con los subordinados y de entregarse al máximo para tener su unidad siempre en plena disposición combativa. Por ello, encontrarlo hoy como jefe de la Dirección de Operaciones de la institución armada y ascendido recientemente a general de división, constituye un reconocimiento a su sacrificio.

Con el general de división Eugenio Armando Rabilero Aguilera, uno de esos cubanos que soñaron un día sentirse parte de las FAR y pusieron todo su empeño en lograrlo, conversó Verde Olivo.

Para conocer más sobre la trayectoria e impresiones de este santiaguero que tantas generaciones de tanquistas ha adiestrado, Verde Olivo, en un ejercicio de puntería directa y semidirecta, ubicó al entrevistado y le “disparamos” algunas interrogantes.

Usted ha transitado fundamentalmente por unidades de tanques del país, las cuales están integradas por muchos jóvenes. ¿Qué características debe tener hoy un jefe para relacionarse con los subordinados y ganarse su respeto y admiración?

—Para ganarse el respeto y la admiración de los subordinados, los jefes deben tener las mismas características de Ignacio Agramonte y Antonio Maceo: ser capaces de educar y respetar a los hombres que se dirigen, a pesar de las diferencias, y cuando resulte necesario corregir fuertemente una falta, se hace, de forma diferenciada y compartimentada. Así lo hizo también nuestro Comandante en Jefe, quien tuvo que ser enérgico en muchas ocasiones, pero a nadie humilló ni maltrató, todo lo contrario.

“Nuestros subordinados son una familia más, con problemas que los agobian, por lo cual, debemos preocuparnos por ellos y demostrarles que la tarea asignada es importante. Los instruimos al reconocerles constantemente lo bueno que hacen o corregirles las insuficiencias, siempre de una manera educativa.

“Si el jefe respeta, seguro lo respetan, y lo logramos siendo los primeros en dar el ejemplo y estar involucrados en las tareas difíciles de la unidad. Fidel no mandó a nadie al Moncada, él estaba allí, no envió a nadie a Girón, él combatió y derrotó a los mercenarios junto a nuestro heroico pueblo. Por tal razón, nosotros instruimos a nuestros combatientes para el combate y los persuadimos con nuestro ejemplo. Con los años, además, adquirimos algunas herramientas pedagógicas”.

¿Qué necesita hoy un joven oficial para llegar a ser un jefe principal de las FAR? ¿Cuánta responsabilidad imponen los cargos y grados por los que se transita?

—Los jóvenes oficiales con mucho respeto y modestia tienen que soñar con el éxito sobre la base del ejemplo personal, el sacrificio y la profesionalidad. La meta no es ser un jefe principal, esto llega por tus resultados. Soñar con ello a toda costa, puede convertirte en alguien egoísta con tus compañeros, ese no puede ser el precio de una carrera militar, donde la hermandad y el compañerismo te abren los caminos sin proponértelo.

“El tránsito por los cargos y grados militares es un compromiso muy grande, porque más personas te identifican, se fijan en tus actuaciones y el deber con la Patria y la Revolución se multiplica. Además, en lo personal el amor por la institución crece, por eso nuestro General de Ejército dijo: “[…] ser oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias es un sentido de la vida […]”.

Al indagar sobre su contribución con la defensa y la soberanía nacionales, expresó con determinación que él solo ha sido: “Un soldado de esta Revolución que cumple con las misiones asignadas, pues la defensa de la soberanía nacional es una gran obra de todo el pueblo”.

Ello se debe, según reconoció, a que el poderío militar del enemigo histórico de la Revolución Cubana y su filosofía guerrerista sin precedentes en la historia de la humanidad, solo puede vencerse con el conocimiento y la acción unida de los habitantes de nuestra Isla, pues: “nuestra soberanía nacional depende de la capacidad defensiva que alcancemos y les demostremos a los imperialistas la preparación adquirida, y esa es también la mejor forma de evitar la guerra”.

Según su experiencia, ¿cuáles son hoy los principales baluartes de las FAR? ¿Cómo contribuimos eficazmente a mantener elevada la preparación militar?

—El principal baluarte de las FAR es la confianza y la admiración que siente el pueblo por la institución, eso nos compromete a no fallar. Otro componente muy significativo es nuestra responsabilidad con la historia. No podemos traicionar los sueños de Martí y Fidel, quienes nos hacen enfrentar las situaciones difíciles con valor, pues tener más o menos armas no es lo fundamental, el hombre es quien decide.

“Mantener una elevada preparación militar es la única forma de alcanzar los grados de disposición combativa requeridos para responder a los enemigos de la Revolución. La preparación militar no se improvisa, es un programa escalonado, por etapas, para todas las categorías de combatientes, que se concibe tanto en la paz como en la guerra”.

Para terminar, compartimos con él algunas impresiones que nos dieron los subordinados y amigos, al presentárnoslo como una persona preparada, perseverante, sencilla, humilde, dicharachera, y hoy nosotros podemos dar fe de ello.

Entonces quisimos saber cuánto le han ayudado estas características en su devenir como militar y cubano. Él, tras una sonrisa ya desestresada, recalcó cómo, mientras más lee y se prepara, siente que se aleja su meta del conocimiento.

En cuanto a la perseverancia, la identifica como una de sus cualidades preferidas, y trata de que sus compañeros y subordinados también la desarrollen, pues “en un país bloqueado, con tantas limitaciones materiales, nada puede lograrse sin ser persistente. Además, sin esa actitud Fidel no hubiese venido en el Granma ni triunfado en la Sierra, ni los científicos cubanos tuvieran los resultados que hoy exhiben al mundo. Así como yo, hay muchísimos y juntos, fortalecemos a nuestra Revolución.

“Por otra parte, ser sencillo, humilde y dicharachero yo no sé si me han ayudado o han sido obstáculos, pero me caracterizan. No trato de imitar a nadie, lo que sí puedo asegurar es que en todos los lugares donde estoy me identifican como cubano”.