A propósito del 17 de junio, aniversario de la muerte del Generalísimo
De Gómez vengo enamorado,
y no puedo recordarlo sin ternura.1
José Martí
No siempre los hombres que comparten un ideal se comprenden desde la primera palabra. Quizás por eso y a pesar de la gran admiración que sentía Martí por Máximo GómezBáez y Antonio Maceo Grajales, su primer encuentro resultó en un encontronazo.
En el hotel Griffou, el 2 de octubre de 1884, se vieron por primera vez los dos caudillos de la Guerra Grande y Martí, presidente de la Asociación Cubana de Socorros. Por esos días, se organizaba el Programa de San Pedro de Sula —Plan Gómez-Maceo—, a cuyas tareasel Apóstol se sumó con fervor; en la conmemoración del 10 de Octubre, en Tammany Hall, enardeció con su palabra vibrante a una multitud superior a la habitual en este tipo de mítines.
Martí los visitaba a diario y, en cierta ocasión, a propósito del viaje que realizaría junto a Maceo a México, expresó una sugerencia y Gómez, ríspido, pronunció las duras palabras —“Vea, Martí, limítese usted a lo que digan las instrucciones, y lo demás el general Maceo hará lo que deba hacer”—2que provocarían su separación del plan liderado por ambos guerreros, quienes aún no habían aquilatadosu talla humana y su visión estratégica y subestimaron a aquel civil que nunca había combatido. Ese día, Martí se marchó disgustado y dos días después dirigió a Gómez una severa carta, en la que expuso con firmeza sus criterios, con palabras que hirieron al general.El fracaso del Plan Gómez-Maceo se debió, en parte, a los procedimientos empleados, pero también a la ausenciadel agitador por excelencia.
Pese al disgusto de la separación, cuando años después Martí reinició la labor organizativa que culminaría en la creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) sabía que a ese empeño tenía que atraer a Gómez y Maceo. Por eso, el 10 de septiembre de 1892, arribó a Montecristi y tocó a la puerta de la humildísima vivienda de madera y zinc, que era el hogar del Generalísimo y donde se hallaban su esposa e hijos. De allí, continuó viaje a caballo y llegó a la finquita La Reforma, donde lo recibió Gómez y conversaron largamente.
Juntos se encaminaron el día 13 hacia Santiago de los Caballeros y se alojaron en la casa del médico cubano y veterano de la Guerra Grande Nicolás Ramírez, donde se escribieron las cartasde Santiago: el propio 13, la de Martí, a nombre del PRC, en la que ofrecía a Gómez el mando supremo del Ejército Libertador aunque no tenía para brindarle más que “la ingratitud probable de los hombres”2 y el día 15, la respuesta, en la que Gómez aceptaba la responsabilidad.3Fue en este encuentro donde estos hombres estrecharon los lazos de su profunda amistad.
Luego, Martí lo visitaría de nuevo en 1893 para analizar la situación en Cuba y trazarlos planes para el alzamiento.Entre el 8 y el 21 de abril de 1894, sería el general quien, acompañado de su hijo Panchito, llegaría a Nueva York para discutir los pormenores del plan. En la reunión en que fue reelegido por unanimidad delegado del PRC, Gómez estuvo presente y ambos hicieron uso de la palabra. El 21, Gómez regresó a Santo Domingo, pero le dejó a Pancho para que lo ayudara.
El 30 de enero de1895, tras el fracaso del Plan de Fernandina, Martí partió de Nueva York junto a Enrique Collazo Tejada, José Mayía RodríguezRodríguez y Manuel Mantilla Miyares, con rumbo a Montecristi, donde los esperaba Gómez.Tras el abrazo de bienvenida, los viajeros informaron al general acerca del revés sufrido y de la situación en que estaban, escasos de fondos y estrechamente vigilados.El general en jefe y el delegado del PRC deliberaron acerca de los pasos a dar. En esos días estuvieron muy cerca uno del otro; juntos supieron del alzamiento en Cuba y sufrieron la angustia que las dificultades para emprender su expedición les causaban. Juntos compartirían sus días de manigua, entre el 11 de abril y el 19 de mayo y como dijera Martí: “Subir lomas, hermana hombres”.4
De modo que, aunque empezaron mal, estos dos hombres anudaron una profunda amistad. Por eso, consciente de la estatura humana y moral de Gómez, Martí diría que aquel trabajaba “[…] para los que llevan en su corazón desamparado el agua del desierto y la sal de la vida: para los que le sacan con sus manos a la tierra el sustento del país, y le estancan el paso con su sangre al invasor que se lo viola […] para los creadores fuertes y sencillos que levantarán en el continente nuevo los pueblos de la abundancia común y de la libertad real: para desatar a América, y desuncir el hombre”.5
Referencias:
- José Martí: “Carta a Serafín Sánchez”, 25 de julio de 1893, en Obras completas, t. 2, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 357.
- Ramón Infiesta: Máximo Gómez, Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 1937, p. 127.
- José Martí: “Carta a Máximo Gómez”, en ob. cit., t. 2, p. 163.
- Máximo Gómez: “Carta a José Martí”, cit. por Mercedes Santos Moray: Subir lomas hermana hombres, Gente Nueva, La Habana, 1988, pp. 22-23.
- José Martí: “De Cabo Haitiano a Dos Ríos”, en ob. cit., t. 19, p. 216.