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Los estudios sobre la familia Maceo-Grajales casi siempre se encuentran fragmentados, en el entendimiento de que, por lo general, han aparecido escritos sobre varios miembros de «la tribu heroica» de manera independiente, es decir, como biografías individuales.

 

Lógicamente, sobre Antonio Maceo se ha publicado la mayor cantidad de esos textos biográficos, así como otros contentivos de diversas aproximaciones al accionar y el pensamiento del Héroe de Baraguá.

 

En menor medida han aparecido ensayos sobre José Maceo y Mariana Grajales, mientras que del resto de los hermanos y demás familiares no se disponía —hasta la llegada de este libro de la doctora Damaris Amparo Torres Elers— de otra información que la que se brindaba como parte de esos materiales en torno a Antonio, José y Mariana, o a través de pequeños e incompletos esbozos, muy escasos por cierto.

 

De tal suerte, estas páginas que llegan a los lectores gracias a la rigurosa investigación de Damaris Torres, constituyen un momento importante en los estudios maceícos, toda vez que se presenta la trayectoria vital de cada uno de los hermanos del Titán de Bronce, sus cuñadas y cuñados, así como del único hijo del Héroe de Baraguá. Hasta donde conozco, no existía un texto que brindara cuadro tan completo de esta paradigmática familia, ni que poseyera la acuciosidad que aquí se logra.

No es una apertura literaria, son unas palabras, las que puedo ofrecer, cargadas de emoción por las reminiscencias que me produce el regreso a un tiempo lleno de emociones tan fuertes. Son mis compañeros los que veo, son los trajines de los entrenamientos los que siento, es la voz de la patria la que escucho y otra vez Fidel, llenando, abarcando todo el espacio, dando órdenes, fiscalizando, responsabilizando a este o aquel.

 

Nuestro Apóstol expresó: «En los Andes puede estar el pedestal de nuestra libertad, pero el corazón de nuestra libertad está en nuestras mujeres»1. Vestidas de Patria, bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, invita a los amantes de la lectura a desempolvar viejas historias cargadas de heroísmo, que tienen como principal protagonista a la mujer cubana. Para ello, Olivia Diago Izquierdo, su autora, ha hurgado en este apasionante tema insuficientemente abordado.

 

 

En el sur de África hay un país místico y hermoso donde se le canta a Cuba, a pesar de la distancia y las costumbres. Un lugar especial donde la gente tiene la sonrisa y las manos tan cálidas como las aguas que arrullan nuestras costas.

Que mi nombre haya estado ligado al de Ernesto Guevara de la Serna en una de las tres epopeyas militares que comandó, y que esta fuese una de las primeras acciones de ayuda internacionalista de la naciente revolución cubana, pudiera parecer un hecho fortuito; amén del color de mi piel, negro.
Si no estuviera convencido de que la verdadera causa de mi derrotero estaba condicionada por un periplo que el Che realizara por territorio africano, con la oportunidad de conocer y departir con líderes de movimientos revolucionarios de varios países de ese continente, no pudiera contar esta historia.

Solo me queda el testimonio de su voz». Con ese verso agónico y fugaz se inicia Amigo Guevara, primero a su vez de Palabras del hombre sereno. A continuación, otros cuarenta y tres poemas traspiran la nostalgia que rebasa al héroe, para apropiarse de toda una época.

Luis Pérez de Castro prefirió estructurar su poemario en secciones, algo muy a la usanza en este género, con el propósito de entregarnos en un solo cuerpo, en una sola avalancha, el caudal de imágenes que acumuló como en un lago durante su vida.

Después que tantos afamados creadores lo han hecho, escribir sobre el Che constituye un riesgo. Escribir sobre él, luego de los traspiés de la ideología socialista en la mayor parte del mundo, es una provocación.

 

 

 

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