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La presente compilación recoge en síntesis el surgimiento y desarrollo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, por lo cual se convierte en un merecido homenaje a los héroes de aquella gesta y a sus continuadores, en especial, al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz quien sigue y seguirá siendo Fidel para los cubanos y sus amigos en todo el mundo.

 

Como se podrá apreciar durante la lectura, el libro está estructurado en seis capítulos que se corresponden con cada etapa transcurrida, donde hacen alusión a ciertos acontecimientos de la vida económica, política y social del país, con el propósito de aportar conocimientos y ubicar al lector en el contexto en el que se desenvolvieron misiones y tareas propias de las FAR, las que se encuentran expuestas de manera cronológica. Además, posee en cada capítulo imágenes que ayudarán a visualizar los principales sucesos y sus protagonistas.

Para entender este libro, basta con analizar un hecho en particular, y el resto de las páginas —lo confieso—, solo sería una reiteración, una especie de “déjà vu”, de algo que se repite y se repite, aunque cambie de idioma, de país, y hasta de gobierno.

En octubre de 1868, cuando Bayamo se convirtió en la primera ciudad libre de Cuba, Perucho reprodujo de memoria, a solicitud de la entusiasta multitud, aquellos versos que fueron pasando de mano en mano y que, tiempo después, reconoceríamos como nuestro Himno Nacional.

En sus páginas podremos revivir los preparativos para el asalto al cuartel Moncada, el combate en el hospital civil Saturnino Lora, las horas que vivió en la prisión en Boniato, su estancia en el Reclusorio Nacional para Mujeres en Guanajay y el rencuentro con Fidel a su salida de Isla de Pinos.

 

Como hablar de Haydée significa no olvidar a Abel, él también da vida a las páginas de esta obra. Él le mostró el camino que debían recorrer los hombres y las mujeres, para lograr su independencia, y ella fue ferviente aprendiz.

 

Hay quienes hacen, en determinado momento, un aporte valioso a la sociedad en uno u otro campo, y por diversas razones no vuelven a destacarse en el resto de su vida, lo que no resta méritos a la contribución realizada. Otros, en cambio, son capaces de marchar a la vanguardia durante largos años, hasta que viejos o enfermos el cansancio los vence, sin que por ello dejen de merecer el respeto y la consideración de todos.

–¡Atención! ¡Recuento! Abren y chirrían las puertas de hierro del interior de la galera, las de cada celda; salimos al pasillo, nos alineamos frente a un oficial acompañado de un soldado y un recluso. Así ha sido invariablemente todos los días a las seis de la mañana y de la tarde, y también otras veces para una requisa por sospecha o por precaución. En esta ocasión nos notifican que después del recuento nos trasladarán y nos ordenan que recojamos nuestras pertenencias. Un preso trae un lápiz en una mano, una tablilla en la otra y sobre ella una planilla sujeta con una presilla de presión donde va anotando según nos cuentan: “uno, dos, tres, cuatro...”. Así va contando hasta veintiséis, pues el resto de los que estaban junto a nosotros en la galera ya fueron puestos en libertad. Los había de diferentes partidos políticos: comunistas, ortodoxos, auténticos; un ex jefe de la policía en Santiago de Cuba, estudiantes, un comerciante con la mujer y su chofer. Ahora, solo nosotros. Todo está más tranquilo y las celdas de los ya mencionados vacías, pues al declararnos nosotros culpables los pusieron en libertad.

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