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Este libro representa una pequeña parte del heroísmo de que han hecho gala por siempre las mujeres cubanas, fieles defensoras de la soberanía de la Patria y luchadoras sin descanso, hombro con hombro, afrontando el peligro con valentía y decisión. También están presentes las autoras de este libro, que dieron el paso al frente, que no repararon en esfuerzo y sacrificio y que contribuyeron de un modo importante al entrenamiento y organización de las mujeres en los años iníciales de la Revolución.

 

 

Me sentí tan estimulada ante la solicitud de Eugenita —a quien conozco desde que era una diminuta niña—, que ni el agotamiento de mis noventaidós años, ni el que me produce mi estado de salud actual pudieron impedir mis palabras a Celia. Hago el mejor esfuerzo e intento, aunque breve, reconocer una vez más a nuestra heroína y felicitar a la autora por revelar de manera sencilla y familiar una arista tan gratificante como poco conocida: el amor maternal de su protagonista.

 

Me dispongo a escribir y cuatro mujeres cubanas, ya fallecidas, encabezan hoy mis recuerdos... Haydée Santamaría Cuadrado, asaltante al cuartel Moncada, fundadora y directora de Casa de las Américas; Vilma Espín Guillois, combatiente del Segundo Frente Oriental Frank País, fundadora y presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas; Melba Hernández Rodríguez del Rey, asaltante también al cuartel Moncada, expresión de solidaridad de toda Cuba con los pueblos de Vietnam, Laos y Cambodia. Ya antes había abierto ese camino hacia la inmortalidad Celia Sánchez Manduley, luchadora clandestina insuperable, combatiente guerrillera indómita, ferviente dirigente política y administrativa: cuatro baluartes de nuestra Revolución.

Después de tantos años transcurridos, confieso que no identifiqué a Pablo Edelio en el primer instante, hasta contemplar las fotos de nuestros años juveniles. Él me trajo el original de su libro para que le diera mis consideraciones, en mi condición de jefe de la Sección Política del Ejército del Centro, en aquel período. Cuando faltaban pocos meses para concluir el curso 1961-1962 en la Escuela Superior del Partido Ñico López, el líder de la Revolución Fidel Castro Ruz, quiso que muchos de los que procedíamos del Ejército Rebelde y la clandestinidad nos incorporáramos, con el objetivo de enriquecer la preparación política adquirida, pues él conocía de nuestro nivel de conciencia revolucionaria al enfrentar riesgos y vencer dificultades, demostrados durante la lucha insurreccional y en las tareas de dirección de la nueva sociedad. El Comandante en Jefe nos visitó en varias ocasiones y en una de ellas nos manifestó la necesidad de construir un partido de selección. Explicó cómo debían ser las asambleas en los centros de trabajo, donde fueran los obreros y campesinos los que dijeran quiénes eran los mejores. Posteriormente, las comisiones harían la elección para ingresar al partido o a la juventud. Esa era la cantera; no todos podían alcanzar la militancia, pero sí quedar como ejemplares. Expuso la importancia de unirnos a dicho proceso, por tal motivo, a varios compañeros les correspondió salir a encauzarlo en la vida civil. Todo esto fue después de hacerle una fuerte crítica al sectarismo existente en esa etapa.

Con el propósito de develar tales cuestiones Omar Felipe Mauri Sierra, escritor y profesor de Literatura, ofrece al público la obra Cuando canta la mañana. El libro, bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, promete deleitar a los lectores haciendo uso de una poderosa herramienta: la historieta.

Lenin es de esos […] humanos realmente excepcionales. La simple lectura de su vida, de su historia y de su obra, el análisis más objetivo de la forma en que se desenvolvió su pensamiento y su actividad a lo largo de su vida, lo hacen en realidad ante los ojos de todos los humanos un hombre verdaderamente excepcional. Fidel Castro Ruz

Hildelisa Díaz Gil, la autora, ha asumido el reto de escribir para los niños sobre un tema de vital trascendencia. Los tiempos actuales y los que están por venir requieren de obras como estas. Transitamos en momentos en que la guerra de los símbolos parece ocupar todos los espacios disponibles; la colonización cultural y hegemónica del imperio se encamina a cubrir con su contenido la mente de los más variados sectores y grupos sociales para borrar su memoria histórica y americanizar sus mentes y sus conductas y con ello doblegar el espíritu de rebeldía, independencia y solidaridad de los pueblos y hacer más fácil el camino de la dominación. Cuba no escapa de tales propósitos.

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