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Un hombre afortunado

El gallego Fernández, seudónimo por el cual también se le conoció, nos regala pasajes de su vida con su mayor satisfacción que radica en el privilegio de responder el llamado del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz desde los primeros días del Triunfo de la Revolución y cumplir con modestia, responsabilidad y sencillez cada tarea encomendada.

Cuentan que a principios de los años cincuenta de la centuria pasada, cuando se iniciaba la carrera armamentista nuclear, al científico Albert Einstein le preguntaron: —¿Con qué medios usted considera que se desarrollará la Tercera Guerra Mundial? La respuesta fue rápida: —No creo que nadie pueda predecir eso, pero estoy seguro de que la cuarta será con el hacha de piedra. Al inicio de la década de los sesenta ya había acumulada una cantidad considerable de armas nucleares de una potencia colosal. Vivíamos en plena Guerra Fría y, aunque todos sabían que era posible una nueva “guerra caliente” devastadora, eso no preocupaba ni mucho ni poco a nadie, era como un elemento más del paisaje que, por cotidiano, pasaba inadvertido; igual al aire que, al no verse, es como si no existiese. Solo algo poco probable en teoría. Sin embargo, la Crisis de Octubre de 1962 (para los cubanos), Crisis del Caribe (para los soviéticos) o Crisis de los Misiles (para los norteamericanos), fue la primera vez, y por suerte la última hasta ahora, en que la humanidad se vio al borde de la guerra termonuclear, a punto de regresar al hacha de piedra. Constituyó la primera confrontación directa en gran escala entre la Unión Soviética y Estados Unidos (EE. UU.) durante la posguerra, y los colocó al borde de la catástrofe; por tal motivo este suceso histórico continúa atrayendo el interés de políticos, investigadores y escritores después de medio siglo, pues aquellos días “estremecieron” al mundo en el sentido literal de la palabra.

La presencia del comandante Ernesto Che Guevara en Bolivia ha sido tema de escritos y libros en diferentes idiomas. Su estancia en los predios bolivianos ha entintado millones de hojas de papel de imprenta. Es por ello que, a través de mis crónicas y entrevistas, intento más que todo llevarle al lector algunas aristas humanas de su paso, en los años 1966 y 1967, por la franja boliviana, en las que dejó marcada su impronta de hombre diáfano y sin machas, como lo describiera Fidel Castro Ruz en las palabras de despedida al héroe. Durante tres visitas al país andino, recorrí casi todos los lugares por donde pasó con sus guerrilleros. Me auxilié de la Brigada Médica Cubana que ha seguido sus huellas con la nobleza del galeno que cura siempre al más humilde sin cobrarle nada.

A Fidel y Raúl, forjadores de la unidad que nos condujo a la victoria y a la existencia de la Revolución. A los fundadores del Partido Comunista de Cuba quienes, con su conducta y su ejemplo, hicieron posible la existencia de esta organización única, martiana y marxista-leninista que hoy, mañana y siempre dirigirá la Revolución.

Solo me queda el testimonio de su voz». Con ese verso agónico y fugaz se inicia Amigo Guevara, primero a su vez de Palabras del hombre sereno. A continuación, otros cuarenta y tres poemas traspiran la nostalgia que rebasa al héroe, para apropiarse de toda una época.

Luis Pérez de Castro prefirió estructurar su poemario en secciones, algo muy a la usanza en este género, con el propósito de entregarnos en un solo cuerpo, en una sola avalancha, el caudal de imágenes que acumuló como en un lago durante su vida.

Después que tantos afamados creadores lo han hecho, escribir sobre el Che constituye un riesgo. Escribir sobre él, luego de los traspiés de la ideología socialista en la mayor parte del mundo, es una provocación.

 

 

 

Sinopsis: Estas páginas hablan de un hombre excepcional, para algunos, mezcla de inquisidor y genio, para la mayoría, el más grande y atrevido de los escultores cubanos de la segunda mitad del siglo xx, José Delarra.

 

Aunque fue ciertamente incisivo y cáustico al exponer puntos de vista, su vida puede considerarse un ejemplo de la más auténtica ética y de fidelidad a su Patria y a la Revolución. Su obra plástica tuvo enorme trascendencia para la cultura forjada en Cuba con aliento popular a partir de 1959.

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