Muchos lectores que siguen la prensa cubana han leído o visto en los últimos meses y años reportes sobre sanciones a individuos involucrados en actos contra los bienes del Estado, donde han resultado dañadas instalaciones, cultivos, hoteles y centros de recreo, medios de transporte. Atentaron contra recursos vitales, necesarios.

En no pocos casos, se ha demostrado que el autor o los autores no obraron por iniciativa propia, fueron contratados y pagados desde EE.UU., actuaron como mercenarios. Lamentable y peligroso resultó el caso del funcionario que entregó al enemigo información sensible sobre nuestro sistema electro energético, mientras se encontraba fuera del país en funciones de trabajo.

Los involucrados han recibido justo castigo, tras procesos investigativos en los que se ha demostrado su responsabilidad con tales actos vandálicos que tanto dañan nuestra economía. Pudiera o no tratarse de actos aislados; pudiera ser resultado de resentimientos personales, pero los daños son reales y nuestro país no puede permitirse que hechos de ese tipo florezcan con impunidad.

Decimos esto porque Cuba ha estado expuesta a acciones de sabotaje desde 1959, para desgastarnos, lesionar nuestra economía y nuestra moral. Lo han hecho EEUU y sus agentes contrarrevolucionarios, como parte de la campaña de guerra no convencional que libran contra el país.

Por tanto, conviene que nos acerquemos a los manuales yanquis que abordan el tema, de modo que, quienes aún lo dudan, comprendan que el enemigo va en serio contra nuestros países y que el sabotaje hace parte de sus esquemas desestabilizadores. Conviene que entendamos la necesidad de elevar la percepción de riesgo con hechos que en algunos casos pueden llegar a parecer un error humano, ante ojos inexpertos, complacientes o peor, cómplices. 

En sus publicaciones sobre Guerra No Convencional, las Fuerzas Especiales del Ejército de EEUU dedican un capítulo a las técnicas de sabotaje, que definen como «un acto o actos con la intención de dañar, interferir u obstruir la defensa nacional de un país, al voluntariamente herir o destruir —o intentar hacerlo— cualquier material de guerra o defensa nacional, propiedades o servicios públicos, incluidos los recursos humanos y naturales»¹.

Añade la misma fuente que el sabotaje forma parte de la subversión, porque sus acciones contribuyen a socavar la fuerza y moral militar, económica, sicológica o política de una autoridad en el poder. En breve, nos acercaremos a la manera en que el enemigo concibe estos actos.

Referencia

¹ Publicación de Técnicas del Ejército de EEUU ATP 3-05.1, “La guerra no convencional”.