Mensajeras de la Patria

17 de Septiembre de 2021

A Lidia y Clodomira las distinguía el esmero con que desempeñaban su misión como mensajeras. Foto: Internet

El asesinato, tras horribles torturas, de las combatientes Lidia Esther Doce Sánchez y Clodomira Acosta Ferrales, sobresale como uno de los hechos más crueles de la dictadura batistiana. Ambas mujeres imprimieron su arrojo en la historia de nuestra Patria, la lucha libertaria de Cuba las acredita como heroínas.

 

Lidia fue mensajera de la Sierra Maestra. Al producirse el desembarco del Yate Granma se une al Ejército Rebelde (ER) para cumplir con valor e intrepidez diversas misiones encomendadas por Fidel Castro y Ernesto Guevara, Che.

 

Por su parte, Clodomira, con apenas 20 años, pertenecía al Movimiento 26 de Julio y devino luchadora incansable contra la dictadura de Fulgencio Batista. Ya formando parte del ER es designada mensajera en la Columna No. 1 del Primer Frente Oriental.

 

Durante la lucha insurreccional participó en varios hechos de increíble audacia, en varias ocasiones se escapó de las manos batistianas, surcó sus líneas y distrajo soldados. El Comandante en Jefe y líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz, le confío arriesgadas misiones.

 

Una entrega de documentos confidenciales en La Habana atestiguó su encuentro, y pronto se convirtieron en compañeras de hazañas.

 

En uno de los tantos viajes a la capital, las fuerzas de Batista conocieron del arribo de las mensajeras de la Sierra. Ambas se hospedaron en la casa de un combatiente clandestino que, producto a una delación, fue asaltada por la policía a altas horas de la noche.

 

Testigos y víctimas del silencio

 

Fueron sorprendidas en la oscuridad del 12 de septiembre de 1958 por la policía capitalina. Junto a ellas se escondían también en aquel inmueble sus compañeros de ideales, y fueron testigos de la brutal golpeadura y ametrallamiento de los jóvenes Alberto Álvarez, de 21 años; Leonardo Valdés, de 23; Onelio Dampiel, de 22; y Reinaldo Cruz, de 20 años.

 

La historia de cuba atesora el recuento de las dos valerosas mujeres que se arrojaron sobre los asesinos, pero ellos las arrastraron fuera del edificio, trasladándolas de inmediato a la Oncena estación y el día 13 a la Novena estación. A partir de ahí, recibieron incontables torturas, imposibles de describir.

 

Ambas permanecieron largo tiempo de una estación de policía en otra. El coronel Emilio Laurent, al ver que no confesaban y ya moribundas, las introdujo en una lancha en La Puntilla, al fondo del Castillo de La Chorrera. Las sumergieron y las sacaron del agua en sacos con piedras repetitivas veces sin resultado alguno, hasta que el propio Laurent las soltó en el mar.

 

Al morir, Lidia tenía 42 años y Clodomira 22. Apenas tres meses y 14 días después, triunfó la Revolución Cubana. Su ejemplo y espíritu rebelde permanecen en el corazón del pueblo que conoció sus hazañas.

 

La lealtad que ambas profesaron por la Revolución las llevó a ofrendar sus vidas aquel 17 de septiembre, sin delatar planes, nombres ni direcciones que pusieran en peligro la vida de sus compañeros. El silencio las convirtió en admirables heroínas.

 

El Comandante Ernesto Guevara, expresó su respeto por ambas mujeres: “[…] Dentro del Ejército Rebelde, entre los que pelearon y se sacrificaron en aquellos días angustiosos, vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano las comunicaciones por toda la isla […]”.

 

Su historia, que acompaña a la de miles de cubanos asesinados o desaparecidos en tiempos de dictaduras, resulta imposible de olvidar. Ni un solo de sus secretos fue arrancado, y por esa razón fueron privadas de la vida y desaparecieron sus cuerpos en el mar. Ejemplos de valentía y coraje que las sitúa en el altar de mujeres inmortales y gloriosas de nuestra Patria.

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