El mismo lugar donde el dictador Fulgencio Batista atentó contra el poder del pueblo en la madrugada del 10 de marzo de 1952, destelló más tarde en esperanza inigualable cuando Fidel Castro Ruz y los miembros del Ejército Rebelde entraron victoriosos a La Habana. Allí, en el hasta entonces Cuartel Militar de Columbia, retumbaron las palabras del líder histórico de la Revolución Cubana al pueblo que, vibrante de emoción, presagiaba un cambio social necesario y lleno de oportunidades a partir de aquel 8 de enero de 1959. El ejemplo más inmediato emanó de aquella fortaleza que había sido sede del Estado Mayor Conjunto del Ejército de Cuba desde principios del siglo XX y luego, la más fuerte madriguera de Batista. El último reducto de la tiranía se convirtió en el primer escenario que materializó la idea de convertir los cuarteles en escuelas. Fue el comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán quien derribó los muros del campamento, símbolo de la opresión, para de esta forma llevar a hecho el postulado del Comandante en Jefe. Exactamente cuando se cumplían 7 años de la entrada de Batista a Columbia, Camilo derribó la Posta 6 y dejó constancia histórica de ese acontecimiento al relatar: «Diez de marzo de 1959, 2 y 40 de la madrugada. Después de 7 años de larga espera se derriban los muros afrentosos que levantó la tiranía, dejando detrás de ellos la libertad concluida, los derechos violados, la honra humillada. Finalizados estos 7 años de luto y sangre, el pueblo representado por el Ejército Rebelde derriba esos muros, residuos de esa Tiranía y le dice a la ciudadanía: Otra posta más». Meses más tarde, el sitió prosperó con la presencia de numerosos príncipes, niños y niñas que con la alegría contagiosa de sus risas infantiles transformaron la esencia de aquella fortaleza, ubicada en el municipio capitalino de Marianao. El 14 de septiembre de 1959, en un emocionante acto, el Ejército Rebelde entregó simbólicamente la antigua fortaleza militar al ministro de Educación, Armando Hart Dávalos, cumpliendo de esa manera el viejo anhelo de eliminar todos los vestigios que representaran la opresión al pueblo. De este modo la antigua fortaleza militar solo existe en el recuerdo de los cubanos, pues lo que hoy sobresale allí es el ambiente estudiantil recreado por los distintos colores del uniforme.