Fue 1966 un período de tensión y acciones hostiles originadas desde la ilícita base naval yanqui.  Entonces, muy fresco en el recuerdo de los combatientes de la Brigada de la Frontera, estaba el asesinato del soldado Ramón López Peña casi dos años antes.

Por eso la nueva y grave agresión puso a prueba la ecuanimidad de los integrantes de esta unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Durante el cumplimiento de un servicio de guardia, el 21 de mayo de 1966, balas disparadas desde el camión del relevo de los soldados estadounidenses a sus postas, dieron fin a la vida del soldado Luis Ramírez López.

El asesinato del joven enardeció a su pueblo, sobre este crimen la administración norteamericana propagó la mentira de que el muchacho  traspasó la cerca que limita a la base y luego huyó, por lo que le dio muerte un centinela de la infantería de marina. 

Todas las falsedades se desmintieron con pruebas contundentes por el Gobierno revolucionario, y treinta periodistas de dieciséis países las comprobaron. Los reporteros visitaron la casamata donde murió y constataron in situ la imposibilidad de que alguien traspasara las tres cercas que separaban a ambas fuerzas en el perímetro fronterizo.

Los restos mortales del mártir yacen en el panteón de las FAR del cementerio Santa Ifigenia en Santiago de Cuba. Durante la despedida del duelo el hoy General de Ejército Raúl Castro Ruz afirmó: «Sé que lucharemos hasta el final de los enemigos de nuestro pueblo. Han transcurrido varios años y el cubano más revolucionario, comunista, internacionalista, aguerrido y combativo levanta la consigna de combate: ¡Hasta la victoria siempre!».

Han pasado cincuenta y siete años del crimen y el pueblo recuerda a uno de sus mártires, que con apenas 22 años nos legó su impronta revolucionaria. Nuestro Gobiernocontinúa exigiendo la devolución del territorio usurpado por la base naval, vestigio de la infame Enmienda Platt y convertido, además, en el único sitio en Cuba en donde se violan los derechos humanos.