Un vistazo desde el Tercer Mundo a los primeros 100 días de Donald Trump (I).
La Administración Trump llegó a sus primeros 100 días y, como suele suceder, el mundo pasa revista a ese período, en que se espera que cada presidente perfile lo que serán sus cuatro años de mandato.
Pues bien, fiel a su estilo confrontacional, Donald Trump se ha enquistado ya con Europa, con China y con el mundo —para ahorrar tiempo— al imponer aranceles irracionales, negociar la paz de Ucrania sin contar con sus aliados, pretender territorios que no le pertenecen o concebir resorts de turismo en Gaza, donde Israel sigue exterminando a toda una nación, ante la pasividad del «mundo civilizado».
En el plano político—militar, objeto de nuestro análisis, Trump mantiene su estrategia de garantizar la paz mediante la fuerza, como en su primer mandato. Para ello anunció que aprobará un presupuesto de defensa para el año fiscal 2026 que llegará al billón de dólares, algo sin precedentes, en su esfuerzo de equiparar fuerzas con China.
Durante su discurso al asumir el cargo, el 20 de enero último, Trump señaló que su principal legado sería el de un «pacificador y un unificador».
Queda claro que como unificador nadie recordará, por ejemplo, a quien deporta a inmigrantes sin mirar si se trata de aliados o adversarios, y sanciona a terceros sobre la fuerza de su poderío económico. No puede unificar quien divide, criminaliza y juzga por el color de la piel o el origen étnico.
No puede unificar quien bloquea a un país y trabaja para reforzar esa política genocida, a pesar del llamado mundial a que abandone esas prácticas.
Menos probable parece que le recuerden como pacificador. ¿Puede serlo quien amenaza con apoderarse de Groenlandia o del canal de Panamá? ¿Quién ha entregado a Tel Aviv bombas de todo tipo y propone ocupar Gaza con sus tropas y construir allí centros turísticos, previa expulsión o exterminio de sus habitantes? ¿Puede serlo el presidente de una potencia nuclear que amenaza con bombardear a Irán, por su programa nuclear con fines pacíficos? ¿Y la guerra contra Yemen, que puede escalar hasta una operación terrestre?
Todo eso en apenas 100 días de gobierno, donde han resultado vanos sus esfuerzos y presiones para forzar una paz en Ucrania, aunque ha logrado un importante acuerdo con Kiev para explotar sus llamadas tierras raras, tan necesarias para el desarrollo de nuevas tecnologías y que, para su desgracia, la mayoría de esos recursos están en manos de sus adversarios, al igual que el petróleo.
Tras este período, hemos visto que ya es historia su primer asesor de Seguridad Nacional, Michael Waltz, tras el escándalo de filtración de información clasificada sobre la campaña aérea contra Yemen y acusaciones de incompetencia para coordinar esfuerzos en el gabinete, una de las principales misiones del cargo que deja Waltz, que se convertirá en representante de EEUU ante la ONU.
El otro alto cargo que al parecer se cuestiona ya es el de Pete Hegseth, secretario de Defensa, vinculado también al escándalo recién descrito. Se critican sus habilidades al frente del Pentágono, en tiempos en que EEUU se enfrasca en la llamada competencia estratégica entre grandes potencias.
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