La guerra política en la concepción político-militar de los Estados Unidos
Al estudiar las vías que emplea el poder hegemónico para socavar y agredir áreas y países, desestabilizarlos, poner en peligro su estabilidad y gobernabilidad, mediante las cuales satisfacer, esencialmente, determinados objetivos políticos y económicos, aparecen diversidad de denominaciones. Entre ellas: revolución de colores, golpe blando, métodos de acción no violenta, guerra de cuarta generación, cibernética, de información y desinformación, psicológica, no convencional, guerra híbrida y otros.
Las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, en el 2015, hacen público un documento con el título: “Apoyo a la Guerra Política”[1] En el también clasificado como libro blanco, abordan en sistema, componentes que en otros manuales despliegan por separado, pero que en la práctica se entrecruzan y mezclan. En este, no solo reconocen que favorecen lo híbrido, en la ejecución de sus guerras, sino que requieren de la coordinación y jerarquización entre los diferentes componentes que la conforman, así como de los sujetos que en ella participan. Las guerras actuales también exigen de estrategias únicas y estas deben ser capaces de organizar y llegar a un conjunto mucho mayor de actores, dispersos y pertenecientes a variados estancos de su sistema político.
La Guerra Política es un concepto que no se circunscribe a la lucha de ideas, ni a la discusión ideológica. No solo incluye la manipulación de las conciencias, la promulgación de falsas noticias y rumores. Si se cataloga de guerra es porque en ella prima la violencia en su diversidad de formas de manifestación. Se incluyen todas aquellas o perfiles de ellas que tributan a alcanzar objetivos políticos, esos que giran alrededor de la mantención, resquebrajamiento o destrucción del poder existente, para en su lugar componer o imponer otro.
En estas contiendas las armas son diversas, no solo la información, las redes, los medios de comunicación tradicionales, la televisión, la radio, la propaganda, sino también se incluyen resortes económicos, jurídicos, diplomáticos y en general culturales, es decir no solo se circunscriben a acciones dirigidas a subvertir la espiritualidad reinante, sino que se le adicionan otras que debiliten, dificulten, agredan los componentes materiales en los que se sustenta el poder político.
La Guerra Política es una forma de manifestación de violencia política, que pretende subvertir, sustituir, socavar, destruir e implantar ideas, sentimientos y voluntades. Abarca todo el contenido de la guerra cultural, que a su vez engloba toda la guerra psicológica e ideológica, con acciones encaminadas hacia lo externo y lo interno, emplea todo el sistema de diplomacia, y de actividades de información e influencia así como acciones contra la economía, la cultura, los sectores de seguridad y la fuerza militar, los niveles de gobernabilidad, estabilidad y autoridad de gobierno.
Bajo la denominación de “Elementos Conceptuales de la Guerra Política del Siglo XXI”, presentan el siguiente sistema de esferas o direcciones que engloba la Guerra Política:
A. Diplomacia: Persuasiva y Coercitiva
B. Ayuda Económica o Coerción
C. Asistencia al Sector de Seguridad
1 Reforma al Sector de Seguridad
2 Construir la Capacidad de la Nación Aliada
3 Defensa Interna Exterior
D. Guerra No Convencional
1 La Guerra No Convencional Tradicional
2 Contra Guerra No Convencional
3 La GNC de una Manera Proactiva
E. Actividades de Información e Influencia
1 Asuntos Públicos
2 Diplomacia Pública
3 Empleo de Fuerza Conjunta Cognitiva
y Operaciones Militares de Apoyo Informativo
F. El Dominio Humano [2]
La sola lectura de los denominados “Elementos Conceptuales de la Guerra Política del Siglo XXI” nos remiten a las sistemáticas agresiones contra la Revolución cubana. Las experiencias acumuladas en este frente y enriquecida en otras áreas y países han sido empleadas para conformar este sistema con la finalidad de alcanzar mayor nivel de efectividad. En el citado documento también destacan que: “EE.UU. y la OTAN buscaron contener y detener el aventurismo soviético sin necesidad de emplear una acción militar sostenida a gran escala.” [3] ¿Qué emplearon? El sistema de Guerra Política.
El objetivo que se proponen alcanzar con este sistema lo suscriben de la siguiente manera:
“El ‛objetivo primario de la Guerra Política es ayudar a la destrucción de las bases’ de la capacidad del Estado adversario que obstruyen los intereses de EE.UU. y aliados, con el objetivo de ‛quebrantar la voluntad para’ sostener las acciones contrarias a los deseos estadounidenses. El objetivo final de la Guerra Política es ganar la ‛Guerra de Ideas, que no está asociada con las hostilidades’. La Guerra Política requiere de la ‛cooperación de los servicios armados, diplomacia agresiva, guerra económica y las agencias subversivas en el terreno, en la promoción de tales políticas, medidas o acciones necesarias para irrumpir o fabricar moral’. Finalmente, la Guerra Política ‛debe ser orientada hacia la estrategia’” [4]
La concepción de Guerra Política del mando político – militar de los Estados Unidos es todo un sistema dirigido a socavar las capacidades del gobierno y el Estado objeto de agresión; para quebrar, destruir su poder y estabilidad, empleando las varias direcciones del sistema de Guerra Política: las diplomáticas; económicas; aquellas que posibilitan incidir en los órganos de la seguridad, del orden interior y las Fuerzas Armadas; las de información e influencia, que a su vez incluyen los Asuntos Públicos, la Diplomacia Pública, las Operaciones de Información y de Asuntos Civiles; la Guerra No Convencional. Todas estas direcciones orientadas a la conquista o preponderancia en el Dominio Humano.
Para su consecución utilizan la participación de actores estatales y no estatales, conformando toda una red global, regional y local. Y priorizan todo aquello que incida en la espiritualidad humana, en la moral, en la ideología, la psicología y la identidad cultural de la colectividad humana, pero con propósitos de cambios sustantivos en componentes materiales de la cultura política, para subvertir el comportamiento y conductas políticas a favor de sus intereses.
La amenaza del uso de la fuerza y su empleo, como norma, lo prevén de forma limitada y selectiva, con incrementos discretos y controlados. De romper esa medida se estaría en presencia de la lucha armada, de la Guerra Convencional. Se concibe su realización a largo plazo y con suficiente paciencia.
Ello presupone no descuidar, ni un minuto, la defensa de la Revolución en todos sus frentes. No solo la defensa armada, sino también en los ámbitos: económico-social, político-moral, diplomático, ideológico, psicológico, cultural, científico-tecnológico, ambiental, ante desastres naturales, de seguridad, orden interior y otros. En lo concerniente a la seguridad informática y de la información, no solo circunscribirlas a sus componentes técnicos, sino atender también los administrativos, organizativos y de contenido.
Frente a los que tratan de exacerbar odios, desesperanzas y fragmentar la sociedad, desplegar los genuinos sentimientos de amor y solidaridad que abundan en el alma cubana. En tiempos difíciles, luchar para que las esperanzas resplandezcan, los sueños se conviertan en realidades y para que la sonrisa del cubano nos siga mostrando el orgullo que siente por su nación y su Revolución. Cada día consagrarlo a fortalecer la unidad, garantía de la independencia y soberanía nacionales e indispensable para edificar una sociedad superior, próspera, justa y bella.
* Doctor en ciencias filosóficas, profesor e investigador titular. Investigador del Instituto de Filosofía.
[1] Support to Political Warfare, United States Army Special Operations Command White Paper, Final, Dated 10 March 2015. Apoyo a la Guerra Política. Ejército de los EE.UU. Comando de Operaciones Especiales. Libro Blanco, Final. 10 de marzo de 2015. Disponible en: https://www.dropbox.com/s/ma9jlges8psye49/Support%20to%20Political%20Warfare%20White%20Paper%20v2.3-RMT%20%2810MAR2015%29%20%20%20%20%281%29.pdf?dl=0
[2] Ibídem, de la pág. 20 a la pág. 53.
[3] Ibídem, pág. 24.
[4] Ibídem, pág. 53.
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