Para la ejecución de esas acciones desestabilizadoras, EEUU y sus asalariados han empleado métodos como el reclutamiento de nacionales en Cuba, más recientemente a través de las redes sociales o llamadas telefónicas. De igual manera, han reclutado a mercenarios cubanos o extranjeros que por unos miles de dólares han ingresado al país y han materializado actos vandálicos, que califican mejor como terrorismo, y donde han muerto personas inocentes.

Con el objetivo de enmascarar su accionar, los manuales que abordan el tema del sabotaje refieren que un método muy eficaz es que todo parezca resultado de un error humano, como señalamos en la primera parte de este artículo. Así, una herramienta puede caer «accidentalmente» y destruir un engranaje; se puede conectar «erróneamente» un circuito y desconectar otro; dejar abierta por «olvido o negligencia» una válvula de agua o de combustible, provocando su derrame; en fin, se busca crear en la persona que ejecutará esa acción la idea de que «todo puede ser saboteado».    

En la medida en que han aparecido nuevas tecnologías, métodos más novedosos de sabotajes se han incorporado al arsenal desestabilizador del enemigo, no solo contra Cuba. Así, el virus informático “Stuxnet” retrasó en varios años el programa de desarrollo nuclear de Irán y han sido varios los atentados cibernéticos que se han ejecutado contra la hermana Venezuela, especialmente contra sus instalaciones petroleras y de producción de electricidad, en el afán de derrocar a la Revolución Bolivariana.

En Cuba, nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras entidades, ha reportado en más de una ocasión ataques cibernéticos que desde el exterior se han emprendido con mayor o menor eficacia contra sus dominios en Internet. El más conocido, quizás, en julio de 2021, cuando tras los desórdenes violentos en varias ciudades cubanas, desde el exterior se intentó silenciar la voz y la verdad de Cuba sobre lo que estaba sucediendo. 

Con esos ejemplos, y otros que el lector recordará mientras lee, el llamado es a tener conciencia de que el enemigo existe y de que está actuando contra el país; se impone que agucemos los sentidos, sin caer en la paranoia. Debemos tener claro que los asalariados de EE.UU. actuarán pensando en las oportunidades y beneficios que tengan, pero aún más en el peligro que perciban como resultado de sus delitos. Es decir, ¡el que la hace, la paga! Nada más disuasivo que eso.

Tras constatar cómo actúa el enemigo contra Cuba y otros países, más vigente que nunca parece el pensamiento de Fidel, cuando en 1975 señalaba «… la guardia revolucionaria no se descuidará jamás. La Historia enseña con demasiada elocuencia que los que olviden este principio no sobreviven al error».