Apuntes de un diario: 15.6.1988 (II )
Durante mi estancia de 17 meses en Angola como piloto de helicópteros MI-17 llevé un diario de vivencias personales y otros hechos. Esta vez el texto recoge mi tercera misión combativa en ese país, desde la base Cahama, así como las gestiones en busca de mi hermano.
«Sobre las dos de la tarde regresamos de Xangongo y aterrizamos en el aeropuerto de Cahama para reabastecer el combustible del Mi-17 y almorzar en la casa de la guardia combativa. Fue la primera ocasión que tuve para observar de cerca la obra y su pista sur terminada, con algunos cazas MiG-23 en los bouzones (refugios). Me llamaban la atención tantos soldados, oficiales y medios que continuaban laborando sobre las removidas arenas del paisaje para concluir los trabajos.
En breve llegó la orden de partir hacia Tchipa, a 65 kilómetros de la base y 55 de Namibia. Lo hicimos cerca de las tres, solo con nuestro helicóptero. Me impresioné cuando el jefe de nave, alias «Chícharo» me dijo antes de partir, «ese es el general Polo, jefe de la ATS» (Agrupación de Tropas del Sur). Estaba acompañado de otros altos oficiales, y ocupó el asiento frente a la puerta principal.
Despegamos rumbo al sur, sobre bosques ralos llenos de gigantes baobabs; vegetación reseca y amarillenta por el crudo invierno y la escasez de lluvias. Diferente a la travesía de Xangongo encima de la carretera, en esta no aparecían aldeas, ni caminos que me ayudaran en la navegación; por ello mi trabajo con el cronómetro y la distancia del DISS-151 eran fundamentales. Sentía presión por la presencia del general allí detrás, un hombre de la Sierra Maestra y de fuerte carácter.
Más por la experiencia de «Chícharo» en la travesía que por mi labor en la cabina, pensé que íbamos bien. A los 50 kilómetros le informé a éste la marcación del DISS-15, asintió con la cabeza. Sobrevolamos una zona minada de cohetes antiaéreos largos como palmas, luego aparecieron otros medios de combate y muchos soldados, pensé «estamos llegando». Aunque de la aldea no había ni un rastro.
—Verdecia, la plataforma está allá antes del bosquecito de eucaliptos — me dijo Cádiz con su mano izquierda extendida al frente.
Localicé los árboles, más altos y oscuros que el resto de la vegetación a unos tres kilómetros. Allí no teníamos dirigente de vuelo como en Xangongo; por eso «Chícharo» dio un pase de inspección a baja velocidad por la derecha del área. Inició un giro de 360 grados, y fuimos a un aterrizaje por lo alto, a unos 10 metros; para efectuar el descenso vertical levantando una gran nube de arena.
De inmediato el general y sus oficiales desaparecieron entre los árboles bajo los cuales, minutos más tarde, pude ver disímiles refugios. Unos pequeños acogían a combatientes; otros como amplias rampas, solo dejaban ver las narices de camiones o tanques y cañones. En algunos se trabajaba a pico y pala.
Me acerqué a uno de aquellos soldados, quien por su bigote debía ser un reservista.
—¿Ud conoce por aquí a Elio Esteban Verdecia Díaz?
—No, no he oído ese nombre — me respondió después de rebuscarse en la memoria.
Regresé al helicóptero un poco nostálgico. Y entre curiosas preguntas y chistes de unos soldados que se nos habían acercado, además de nuestra curiosidad por el paso de unas muchachas de la tribu Mumuila llenas de collares, esperamos la comisión que apareció como a las 4 y 30.
Después del despegue vertical sobre los árboles tomamos rumbo a la base. A los 5 minutos Cádiz me dijo, «Verdecia, pilotea un poco». Aparté el mapa y, ansioso, cogí los mandos. Era mi primera experiencia en el pilotaje rasante a la vegetación; pues hasta ahora solo había navegado. Me esforcé en mantener el rumbo norte, y lidié con los altos baobabs.
Pero tanta fue la tensión que me olvidé de todo lo otro: el tiempo de vuelo, la distancia, la carretera Cahama — Xangongo. A tal punto que a esa altura y a la velocidad de 230km/h sobrevolamos esa vía y nadie la vio. Entonces, de pronto, una voz fuerte llegó desde la cabina de carga.
—¡Pilotos, miren la pista a la izquierda!
«Chícharo» me quitó los mandos. Giró y apareció la explanada del aeropuerto como a dos kilómetros. Aunque no aterrizamos allí; sino que fuimos directo hacia el lado de la aldea. El general descendió y al pasar frente a la ventanilla de Chícharo expresó en tono severo: «están perdidos».
-FUENTES: Diario del autor, mapa topográfico de Angola. Fotos: Cortesía del autor; Gómez Chacón César, Cuito Cuanavale, viaje al centro de los héroes, Editorial Verde Olivo, 2008, segunda edición; Jiménez Gómez Rubén G., Al sur de Angola, memorias de un soldado que no combatió, Editorial Verde Olivo, 2002.
Referencias
1 Sistema de navegación que indica la velocidad real, la distancia recorrida y la declinación lateral de la aeronave.
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