El luto permanece
El avión se elevó en lo que sería su último despegue y una palabra irrumpió en el micrófono, que había sido tomado para informar el arribo a los dieciocho mil pies de altura: “¡Cuidado!”. Fue la exclamación por instinto ante la primera explosión a bordo.
Aún cuando la situación se hizo desesperante, el capitán Wilfredo Pérez mantuvo la nave bajo control; había completado el giro de vuelta al aeropuerto. Faltaban escasamente 3 minutos para lograrlo. El copiloto solicitó aterrizaje de emergencia: “¡Tenemos una explosión a bordo y estamos descendiendo inmediatamente…! ¡Tenemos fuego a bordo…!”.
A la vista de la playa y muy cerca de la pista, una segunda explosión estremece la nave y eleva su vuelo. El copiloto, pensando que el capitán decide tomar altura, suelta al viento desesperadas expresiones que aún retumban en el recuerdo de los cubanos y que más tarde, la magnitud de la tragedia perpetuó: “¡Eso es peor…! Pégate al agua, Felo, pégate al agua…!”.
Unos segundos detienen al avión con su carga humana en el aire y se congela en un suspenso que anuncia el fin de la tragedia, para luego precipitarse hacia el mar.
A la vista de bañistas y pescadores, murieron 73 personas: 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco coreanos. Entre ellos, los 24 integrantes del equipo juvenil de esgrima de la Isla, que compitieron exitosamente en el IV Campeonato Centroamericano y del Caribe de ese deporte, certamen en el que ganaron todos los títulos. Venían felices por sus lauros y manos asesinas truncaron sus sueños de la manera más cruel.
Es inimaginable el drama que significó para los pasajeros y tripulantes, la explosión y el incendio, atrapados en la aeronave a una altura aproximada de 6 000 metros.
Durante 7 días, miles de cubanos en interminable fila, pasaron frente a 8 féretros que guardaban los únicos restos recuperados. El 15 de octubre, un millón de personas se congregaron en la Plaza de la Revolución para despedir simbólicamente a los caídos. Ya se conocía de dos sospechosos.
Ese mismo día fueron detenidos en Caracas, Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles. En el verano del 2005 la CIA desclasificó un documento muy revelador y su lectura, provoca gran indignación. Evidencia que el gobierno norteamericano, conoció con antelación los planes terroristas para derribar un vuelo comercial de Cubana de Aviación y pudo haberlo evitado.
La fuerza de la verdad
Quienes recuerdan con profundo dolor el 6 de octubre de 1976, saben que hay momentos inolvidables. Muchos cubanos sienten la muerte tocar cerca y aunque ha pasado el tiempo, el asesinato de un familiar no se olvida.
El horrendo crimen de Barbados sigue conmoviendo. Apañado por Estados Unidos, sus autores vivieron bajo ese amparo y sumaron hazañas a su historial de odios, contra lo que no pudieron vencer ni someter.
Ese año, tomaron fuerza los planes terroristas de la Casa Blanca, contra las representaciones cubanas en el exterior; con lo cual se buscaba un doble mensaje: golpear a los cubanos y aleccionar a los gobiernos que mantenían relaciones con La Habana.
De acuerdo con el documento “Demanda del pueblo cubano al gobierno estadounidense por daños económicos”; las operaciones encubiertas de Washington comenzaron en 1959 y desde entonces, se organizaron, ejecutaron y financiaron miles de actos hostiles.
En estas más de seis décadas, se ha engrosado una larga lista de acciones terroristas para dañar a la mayor de las Antillas; que incluye: agresiones económicas, militares, biológicas, psicológicas, diplomáticas, mediáticas, de espionaje y magnicidios.
Al recordar a los más de tres mil 400 fallecidos por ataques patrocinados por Estados Unidos contra el país caribeño, se conmemora cada 6 de octubre, el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, refrendada en el Decreto-Ley No. 279, donde se establece que la bandera cubana se ice a media asta en instituciones civiles y militares, en territorio nacional y en misiones diplomáticas y consulares en el exterior.
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