El 6 de agosto de 1925, Julio Antonio Mella desafió al gobierno de Machado y embarcó en el carguero soviético Vatslar Vorosky, iniciándose así la amistad entre nuestro pueblo y el primer país socialista del orbe.

Él desembarcó del Vatslar Vorosky con una bandera roja en sus manos apretada contra el pecho. Sabía que más que una enseña, resguardaba una esperanza para el proletariado cubano, regalo de “los únicos obreros libres del mundo”.

La propaganda anticomunista desplegada por el gobierno dictatorial de Gerardo Machado, no pudo evitar su viaje en tren desde La Habana y mucho menos la coordinación con los cardenenses para que le ayudaran a él y a otros amigos, a llegar hasta el carguero soviético. Esta era la primera vez que un buque de esa nacionalidad hacía estancia en Cuba y no dejarían de visitarlo.

Así era Julio Antonio Mella: decidido, intrépido, persistente. La Agrupación Comunista de La Habana lo había designado para darles la bienvenida a esos marinos y, aunque estaban prohibidos los agasajos a estos visitantes, él se las agenció para cumplir con su tarea.

Inicio de una travesía

Contó la prensa de la época que desde el mes de julio de 1925, el Departamento de Estado de Washington informó a Machado del arribo a las costas cubanas del carguero Vatslar Vorosky, el cual debía recoger unos cuarenta mil sacos de azúcar crudo.

Su presencia desde el 4 de agosto debía permanecer con poca divulgación para evitar la propaganda alrededor del estado soviético. Según la investigadora María Teresa Clark Betancourt, presidenta en Cárdenas de la Filial de la Unión de Historiadores de Cuba, la solución que encontró el gobierno de turno fue no permitir la entrada del buque al puerto de La Habana, por lo que lo desviaron hacia Cárdenas, y les negaron a sus tripulantes la posibilidad de bajar a tierra.

Entonces el día 6, tras la llegada de Mella a tierras matanceras, dirigentes proletarios  le ayudaron a contactar con Nereo Peraza, quien, afirma Clark Betancourt, lo trasladó en un bote de motor nombrado Don hacia el Vorovsky que se encontraba fondeado en la bahía.

Este primer intercambio entre cubanos y marinos soviéticos, se produjo en idioma inglés una parte, pues tanto Mella como un oficial del barco sabían hablarlo. Después contó el propio dirigente obrero: “No pudimos contener nuestro entusiasmo, y puestos de pie, rígidos, la mirada en el horizonte de nuestro país no libertado todavía del capitalismo, entonamos en español y en territorio ruso, La Internacional, mientras los ‘tovarich’ la cantaban en su propio idioma con un vigor y una cadencia tales que jamás olvidaremos”.

De regreso a La Habana, Julio Antonio ofreció en la sala teatro de la Sociedad de Torcedores, la conferencia: Cuatro horas bajo la bandera roja y leyó el mensaje que el capitán del “Vorovsky“, dirigió al proletariado cubano ante más de mil obreros y estudiantes. Además, realizó un artículo para el periódico Lucha de Clases, donde describió su experiencia junto a los soviéticos.

Por ello, aunque han pasado 97 años de este encuentro, resulta imposible olvidar que en esa fecha comenzó la amistad entre nuestro pueblo y el primer país socialista del orbe, incluso, que solo diez días después sería constituida la primera célula del Partido Comunista de Cuba, por el mismo joven que desafió a las autoridades gubernamentales al dejar una bandera cubana en manos soviéticas y bajar por la escala del buque, un ideal que repartió en cada intervención que hizo a partir de ese instante.