Símbolo de lucha en Nuestra América
Julia Cortés, una de las maestras de la escuelita de La Higuera, se encaminaba hacia el lugar dispuesta a insultar al Che y demandar su salida de allí. Pero algo extraordinario ocurrió. Tras entablar una conversación con él quedó convencida de que estaba frente a un hombre completamente diferente a la imagen que los militares habían divulgado de él.
Sin dudarlo, lo expresó a los pobladores. Era el amanecer del 9 de octubre de 1967. Durante aproximadamente veinticuatro horas, el comandante Guevara permaneció en la escuelita de La Higuera, hoy convertida en una posta médica. A pesar de la orden proveniente de La Paz de liquidar al prisionero, el Che no flaqueó y continuó defendiendo su dignidad hasta el último minuto.
El contralmirante Ugarteche lo insultaba y amenazaba, pero el guerrillero guardaba silencio, solo para escupirle en la cara. Finalmente, tres soldados aceptaron ejecutar la orden aunque solo uno de ellos se adentró en el aula: Mario Terán. Sin embargo, al ayudar al Che a ponerse de pie y apuntarle sus manos temblaban visiblemente. Fue a la una y diez de aquel día cuando, por indicaciones del gobierno norteamericano, asesinaron al comandante.
El hombre del que Fidel afirmaría: « [...] es la personificación, es la imagen del hombre nuevo [...]». En el pequeño pueblo de Higueras, el general Barrientos exhibió su trofeo ante los periodistas. El Che yacía sobre una pileta de lavar ropa. Después de las mortíferas balas, las cámaras fotográficas lo devoraron con sus destellos. En su última mirada, sus ojos acusaban y su sonrisa era melancólica.
Creía firmemente en defenderse de las trampas de la codicia sin bajar nunca la guardia, pensaron que podrían eliminar su ejemplo, pero se equivocaron porque incluso después de su muerte, el Che se convirtió en un símbolo universal de lucha por un futuro mejor en nuestra América.
En ese fatídico día, donde unos murieron en combate, otros fueron vilmente asesinados y los menos, hechos prisioneros para después asesinarlos en el silencio y la complicidad de la fuerza bruta, se encontraba el más perseguido y vilipendiado de todos: el Che. Aquel poblado perdido en el olvido, tristemente renació después de esos acontecimientos.
En la actualidad La Higuera se ha convertido en un lugar sagrado, de peregrinación y respeto. Allí un imponente busto del Guerrillero Heroico mira hacia el futuro, recordándonos que su legado perdura y continúa inspirando a las generaciones venideras en la búsqueda de un mundo mejor.
Fuente consultada:
Revista Verde Olivo, edición no. 4 del 2017.
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