El seis de abril de 1960, el Vice Secretario de Estado Asistente para los Asuntos Interamericanos, Lester D. Mallory, en un memorándum secreto del Departamento de Estado, definió:

“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.

Desde entonces la mencionada estrategia ha intentado, además, frustrar la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos empeñados en preservar la soberanía de la Patria. Para lograrlo, el gobierno estadounidense ha incluido, la persecución despiadada, de quienes intentan evadirla en cualquier terreno, incluso en los más inusitados.

Se estima que durante las últimas seis décadas el bloqueo le ha costado a Cuba alrededor de 933 mil 678 millones de dólares y únicamente entre marzo de 2017 y abril de 2018 la economía cubana tuvo pérdidas de más de 4 mil millones en la moneda señalada.

El recrudecimiento impulsado por la administración Trump y sus más de 130 medidas punitivas, ha provocado daños que por primera vez en la historia, superan en un año los 5 mil millones de dólares.  Acto doblemente genocida por mantenerse durante la expansión de la mortal pandemia que azota al mundo.

Ante estas cifras, algunos se conduelen sólo por los “daños financieros” los cuales resultan insuficientes para revelar los estragos en los campos de la salud, la educación, la vivienda, el trabajo, la cultura…

Por esta razón, constituye una obligación ética de todas las naciones del mundo, denunciar el ataque sistemático contra los pueblos, incluidos en las diferentes denominaciones con que el gobierno de los Estados Unidos justifica este flagrante crimen.

Hoy, combatir al bloqueo no es sólo un asunto legal. Así lo han demostrado las decenas de repudios internacionales en la ONU y las alocuciones de las más indignadas personalidades.

Mientras Cuba día a día lucha por la vida de los ciudadanos y  apoya la batalla internacional contra la covid-19, el bloqueo se muestra en toda su crueldad. Prohibirle a una empresa transportista traer desde China insumos médicos, pruebas diagnósticas y medios de protección para esta nación caribeña, demuestra de que a los EE. UU. lo que menos le interesa son los derechos y la realización de nuestros ciudadanos.

Sin embargo, en la Mayor de las Antillas libramos nuestra propia batalla contra los demonios del bloqueo. Contar con la participación popular en la búsqueda de soluciones que preserven la justicia social y soberanía que ha conquistado y defiende día a día la Revolución, constituye el mayor logro en estos tiempos turbulentos.