La luz de aurora de la Santa Ana
Muchos de los sitios vinculados a los preparativos del Moncada todavía están ahí, mudos testigos de la gesta, cómplices…; tanto, que aún guardan los secretos de la conspiración. En Oriente el día de la Santa Ana y los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes marcaron la historia para siempre.
En La Habana, callada y discreta como una madre participante en la conjura, desde varios meses antes se había preparado el asalto, por lo que muchos de sus edificios, parques e instalaciones se vinculan de diversas formas a la gesta del 26: la necrópolis de Colón, sitio en el cual se conocieron Fidel y Abel Santamaría; el apartamento de O y 25, en el Vedado, esa especie de cuartel general para el trazado de las principales acciones; la casa de la doctora Melba Hernández, de donde partió el Comandante en Jefe hacia Santiago de Cuba el 25 de julio de 1953; la Universidad de La Habana, “refugio de inquietudes políticas, con las primeras armas que casi todos tuvimos en las manos”, como dijera alguna vez Jesús Montané Oropesa...
Infinitos puntos donde el quehacer insurrecto moldeó caracteres, educó a los jóvenes en el rigor de la lucha y marcan la geografía habanera, por aquel entonces de norte a sur de la Isla, y con límites entre Pinar del Río y Matanzas.
Setenta años después son sitios de obligado recuerdo para los cubanos y en especial para los más jóvenes, como un modo de hurgar en aquellos rincones que guardan los secretos de la conspiración anterior y posterior a la acción desplegada en Santiago de Cuba y Bayamo, por quienes juraron no olvidar a Martí en el año de su centenario.
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