La grandeza de un hombre
El mayor general Máximo Gómez Báez estuvo en campaña durante treinta años. Acerca de su fecha de nacimiento existen discrepancias, aunque la más acertada es el 18 de noviembre de 1837, en Bani, Santo Domingo. La esbeltez, la tez muy trigueña, los ojos vivos, penetrantes, y un inmenso corazón, caracterizaban al patriota que incitó a los cubanos a empuñar el machete, temida arma empleada por el incipiente Ejército Libertador contra el enemigo colonialista.
Participó en múltiples combates. El mayor general desbarató el mito de la impenetrable Trocha de Júcaro a Morón. También, junto a José Martí, laboró en los preparativos de la nueva guerra independentista y firmó el Manifiesto de Montecristi.
Conocieron de su arrojo quienes lo seguían y quienes lo enfrentaron. Revolucionario, radical, independentista, nos enseñó el uso del machete y la tea incendiaria como arma terrible contra los enemigos.
Máximo Gómez nos legó su ejemplo de internacionalista y de estratega militar. El Generalísimo, como lo llamó el pueblo cubano, fallece en La Habana, en la Quinta de los Molinos, el 17 de junio de 1905. Su entierro fue una gran muestra de apoyo popular.
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