Vencedoras de imposibles
«Creíamos en la valentía de las mujeres y en su capacidad de luchar. Sabíamos que aquel precedente tendría su enorme importancia en el futuro. Hoy en día su misión internacionalista no es una necesidad militar. Es una necesidad moral, una necesidad revolucionaria»
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz
Palabras a la Batería Femenina de Artillería Antiaérea que salía rumbo a Angola, 1988
El fin de la dictadura trajo consigo el despertar de la mujer en Cuba. Habían participado en la lucha clandestina y armada, por lo que empezaron a sentir que su papel ya no era exclusivamente la atención del hogar o el cuidado de los hijos. Se abría todo un diapasón de posibilidades del que podían formar parte.
Al analizar los años transcurridos desde ese momento resulta evidente la superación femenina, su consecuente incorporación a todos los frentes de trabajo y la participación activa en las tareas de la Revolución. Junto al entusiasmo extraordinario de la victoria se descubrieron a sí mismas y a los roles que les correspondían en la nueva sociedad.
Para lograr este cambio de mentalidad, fue necesario romper siglos de atraso llenos de tradiciones, prejuicios arraigados, concepciones caducas y las ideas de un régimen clasista que impuso la discriminación de género durante años.
Entre todas las esferas, la defensa de la patria continuaba siendo un tabú. Existía el precedente de las mujeres en la Sierra Maestra y una generación nueva, demasiado joven para haber participado en la lucha contra la dictadura. Ambas se lanzaron de lleno a las batallas sociales que acontecían y fue su unión lo que aseguró la presencia de las féminas en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
La fundación del Regimiento Femenino de Artillería Antiaérea, el 8 de marzo de 1984, fue uno de los hechos que enarboló la bandera de la igualdad de género en Cuba. Naisla Milanés Salazar era una muchacha de 17 años cuando la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) lanzó la primera convocatoria para integrarlo.
Siempre fue su sueño ser militar, así que sin pensarlo se lanzó a cumplirlo y formó parte del primer llamado al Servicio Militar Voluntario Femenino. Rápidamente nuevas experiencias colmaron su joven vida, y lo que alguna vez fue un sueño se convirtió en escuela.
«Comencé como cargadora de cañón automático antiaéreo de 23 mm y llegué a ser jefa de pieza. Me dieron la posibilidad de prepararme como jefa de pelotón y luego me convertí en la responsable de trabajo político en la batería. Transitar por todos esos cargos aportó mucho a mi crecimiento personal y profesional», expresó.
Una de sus mayores experiencias fue el cumplimiento de la misión internacionalista en la República de Angola. En esta tierra africana defendió, junto a 85 compañeras, las pistas aéreas contra los ataques de las fuerzas del régimen sudafricano del apartheid. Al respecto declaró: «Ese momento fue crucial para nosotras. Le demostramos al mundo la capacidad y la entereza de la mujer cubana. Éramos muy jóvenes pero, a pesar de haber vivido de cerca los embates que trae consigo la guerra, no recuerdo a ninguna mujer atemorizada.
»Participamos en muchas maniobras, coberturas, actos importantes del país… Una de nuestras actividades preferidas era el tiro combativo, que pienso que debe ser una de las experiencias más grandes para cualquier artillero. Era muy satisfactorio ver como las muchachas tiraban, y tiraban bien».
Después de la misión regresó a la Patria y aunque transitó por varias unidades finalmente regresó a aquella que la vio convertirse en artillera, hasta su desintegración en 1993. De esos años apasionados guarda gratos recuerdos.
«El regimiento fue para nosotras una escuela. Los superiores nos enseñaron no solo cuestiones de la vida militar y la especialidad, sino principios y valores éticos que reforzaron los que ya traíamos desde la casa. Agradezco eternamente haber formado parte de las FAR y las maravillosas vivencias que esta posibilidad me brindó. Hoy puedo mirar hacia atrás y darme cuenta de todas las cosas buenas que viví, entre las cuales sobresale una amistad y un vínculo con mis compañeras que perduran hasta hoy».
En el 2015 Naisla se licenció en la institución armada y desde entonces funge como instructora del Partido en la Empresa Constructora Militar No 5. «Nunca olvidaré la energía positiva y el entusiasmo con el que asumíamos cada tarea, pero sobretodo las expresiones de asombro en el rostro de los hombres cuando demostrábamos que podíamos hacer lo mismo que ellos, y hasta mejor. Creo que por eso es tan acertado el eslogan del XI Congreso de la FMC, porque las mujeres cubanas son, precisamente, vencedoras de imposibles», concluyó.
La integración de las féminas a lo largo de las luchas por la independencia ha sido parte indispensable de nuestra idiosincrasia. He aquí la breve historia de una de esas mujeres, de lo que hizo y como esto la transformó, a la vez que ella transformaba al mundo y a los hombres que luchaban a su lado.
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