Nadie desconoce el temple de esta mujer, pero por momentos detiene la conversación porque revivir los sucesos del 30 de julio de 1957, cuando asesinaron a Frank País García junto a su compañero de luchas Raúl Pujol Arencibia, la quiebran. Me pregunto cómo, en su adolescencia, sacó fuerzas para enfrentar la muerte de sus hermanos de lucha. Un mes antes había tenido el mismo dolor por Josué, de quien era inseparable.

Desde que la conoció, Doña Rosario —madre de País García— afirmaba que Marina Malleuve Bottino era la hija hembra que Dios le había dado; por tal motivo, confiaba mucho en la joven combatiente. Frank País tenía en su cuerpo 22 impactos de balas y ella fue una de las que limpiaron y vistieron el cadáver.

¿Cómo recuerda la noticia de la muerte de Frank?

—Ha pasado mucho tiempo y todavía no tengo modo de describirlo. Fue tremendo. Estaba muy fresco el asesinato de Josué, hermano de Frank; dos pérdidas casi al mismo tiempo. ”Cuando mamá Rosario me preguntó qué ropa le ponía, le dije: ‘la mejor es el traje blanco que usó en el juicio de la causa 67, por los hechos del 30 de noviembre’. Y lo vestimos. Luego pensé que se sentiría mejor con el uniforme verde olivo usado en las acciones del alzamiento; se lo cambiamos. Por eso aparecen dos fotos del féretro, con el traje blanco y con el uniforme verde olivo”.

¿Cómo concibieron el funeral?

—Inicialmente fue en el primer cuarto de su casa. Cuando se difundió la noticia de la muerte del jefe del M-26-7, ya resultaba pequeño. Valoramos trasladarlo para la casa de los padres de América, su novia; y así lo hicimos. ”En la tarde del día siguiente salieron los dos cortejos. El de Frank por la calle Heredia rumbo al Parque Céspedes a unirse con el de Pujol en San Pedro y Heredia y así por toda la calle San Pedro al Paseo Martí y de ahí para San Pedrito hasta Santa Ifigenia […]. Durante el trayecto, de unas 20 cuadras, el pueblo estaba enardecido. ”En los primeros momentos la gente suponía que yo estaba al frente. Gloria Cuadras —de las imprescindibles en la lucha— me lo prohibió porque era la jefa. Mamá Rosario me suplicó que no fuera en esa posición.

”Los policías no esperaban aquella manifestación. El pueblo tomó el féretro en andas; allí sí me puse al frente enarbolando la bandera del 26 de julio que cubría el ataúd. El cementerio se abarrotó de personas. Al entrar, todas las banderas se arriaron a media asta. Alguien me quitó la del 26 de julio y la izó: era la más alta.

”Para tener conciencia de la magnitud de ese tributo había que estar allí. Visto en la distancia o contado se sabe que fue grandioso, pero vivirlo resultó tremendo. La ciudad se declaró en huelga, cerraron las tiendas, no había espectáculos públicos. Y aunque los corazones y las mentes estaban en ebullición, Santiago parecía una ciudad muerta

¿Tampoco intervino la policía?

—Contra un pueblo enardecido, ¿quién se iba a atrever? Luego tuvimos un momento tenso; habíamos decidido hacer la mascarilla de Frank, y urgíamos de estricta discreción…

¿Cómo fue ese proceso?

—Se le aplicó el material y se esperó a que fraguara. En esos momentos tenía bigote, y todo se perfiló: se pegaron bellos de las pestañas, las cejas y el propio bigote. La mascarilla que está hoy en el museo Frank País es parte de él. Se inició entonces la odisea de cómo sacarla de allí, quién se la llevaba y dónde se escondía. Todo esto ocasionó que se hiciera casi de noche; de ahí la decisión de no enterrarlo en ese momento sino temprano al día siguiente. Frank fue sepultado el primero de agosto, pero no en el panteón de la familia.

¿Dónde lo mantuvieron?

—En la morgue del cementerio. Al doctor Manuel Prieto Aragón, uno de los forenses, le pedimos no hacer la autopsia; sabíamos las circunstancias de aquella muerte. Estuvo de acuerdo y sugirió —a esa hora, por la distancia que había entre la morgue y el panteón—, que se sepultara al día siguiente. Todo el pueblo llevó a Frank hasta el cementerio Santa Ifigenia, pero lo enterramos solo un grupo muy reducido de familiares y amigos.

¿En qué panteón lo enterraron?

—Al realizar los trámites, mamá Rosario se dio cuenta de que no podíamos sepultar a Frank en la bóveda familiar porque la capacidad se la habían prestado a un hermano de la iglesia. Unos amigos de apellido Hermosillo dieron la posibilidad de inhumarlo en su propiedad. La ceremonia se extendió hasta el mediodía. Meses después lo trasladamos al panteón de los País García.

”Oriente y Cuba entera sintieron un gran dolor por la pérdida, a la vez que confirmaron cuán bravía puede ser la reacción popular ante tan atroz crimen. Por ello, el 26 de julio de 1959 en el Moncada, el Consejo de Ministros adoptó el acuerdo de declarar el 30 de julio como el Día de los Mártires de la Revolución Cubana. Es desde entonces, por tradición, la fecha que marcó la historia para el tributo a todos los caídos”.