La misión que le devolvió la vida

24 de Julio de 2023

Llena de arrojo supo crecerse tanto en la clandestinidad como en la Sierra. Fotos: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

Cierro mis ojos y pienso en Haydée cuando vio la prueba ensangrentada de que a su hermano le habían extirpado los suyos. Los abro y continúo inmersa en las páginas de La pasión que me llevó al Moncada, donde se transfigura a esa mujer capaz de permanecer en silencio, incluso ante la tortura y la muerte de su ser más querido. «Si ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo».

 

¿Cuán difícil puede resultarnos actuar con tal decoro? Fidel Castro lo reconoció al saber de los sucesos acontecidos a Yeyé, como le llamaban los más allegados, en los sótanos del. «Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana», sentenció el líder.

 

Antes, los hermanos Santamaría Cuadrado habían sido uno. Juntos en pensamiento por la independencia de la Patria, luego en acción hasta llegar a luchar por ella. Resultó siempre la más apegada a Abel y tras él marchó a La Habana. En el apartamento de 25 y O ubicado en el Vedado capitalino ofreció refugio al núcleo inicial de los futuros moncadistas.

 

En las calles de Santiago de Cuba intento imaginarla luego. Una ciudad que no conocía antes de los hechos del Moncada, como casi ninguno de los asaltantes. Pero que descubriría muy bien durante su vida clandestina.

 

¿Cómo alguien que tras los sucesos del 26 de Julio atravesó la cárcel, el exilio, una persecución brutal, que sufrió el asesinato del hermano y el novio; puede conservar esa sensibilidad que conocemos?

 

Ninguno de sus infortunios daña su firmeza al lado de Fidel. Por eso tras las rejas de la prisión de mujeres de Guanajay, alentaba a sus padres y a todos los que lloraban la muerte del segundo jefe de la Generación del Centenario: «Les repito, estoy de lo mejor. Si no fuera por la preocupación de ustedes por mí y por saber el dolor que tienen al pensar que no tendrán más Abel con ustedes, pudiera decirles que soy casi feliz. […] Abel los ha hecho cubanos. Quieran a Cuba, quieran a Fidel. Aunque antes él se los pidió, es hoy cuando lo han entendido de verdad».    

 

Muchos percibieron que algo desapareció en Haydée el día que acribillaron a Abel y a Boris Luis. Sin embargo, una encomienda de Fidel alimentó el espíritu ávido de justicia de la joven luchadora.

 

La periodista Martha Rojas, testigo de los sucesos del Moncada fue también partícipe de su alegría al recibir la carta del Comandante en Jefe. Desde la cárcel les asignó a ella y a su inseparable compañera de lucha Melba Hernández, la tarea de imprimir clandestinamente y repartir por todo el país, la autodefensa y programa del Moncada expuesto ante el tribunal que lo juzgó. Entonces la escuchó expresar su motivación: «Esto me devolvió la vida». Después de aquellos traumas, tener tal responsabilidad era como renacer, como volver a vivir. En circunstancias muy difíciles se empeñó para lograr distribuir La historia me absolverá.

 

En 1955, la misma muchacha que dos julios atrás permaneció como combatiente en el hospital civil Saturnino Lora, volvió a Santiago de Cuba y junto a Frank País organizó el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 en apoyo al desembarco de los expedicionarios del yate Granma.

Entonces era María e integraba la Dirección Nacional del M-26-7. La lucha clandestina en las ciudades era lo que mejor se le daba sin embargo en la Sierra Maestra también se coronó como heroína.

 

Muchas son las anécdotas que hablan de su coraje y trucos para burlar al enemigo. Después de un bombardeo en la Sierra, Celia la reprende por su osadía y Haydée responde: «No es que yo sea valiente, es que no hay balas para mí».

 

Luego del triunfo de enero de 1959 Yeyé se consagró a la construcción de la sociedad a la que aspirábamos. Esta vez el líder de la Revolución Cubana puso en sus manos la tarea de establecer nexos entre nuestra cultura y la tradición político-intelectual de Latinoamérica y el Caribe, a través de la prestigiosa Casa de las Américas, fundada y dirigida por ella durante 20 años.

 

Muchos se preguntan cómo, teniendo apenas un quinto grado de escolaridad, Haydée fue capaz de sostener profundos intercambios con intelectuales de talla mundial entre ellos Julio Cortázar, Eduardo Galeano, Mario Benedetti y Gabriel García Márquez. La respuesta radicaba en su esencia.

 

Su capacidad de razonamiento humano, de movilizar las inteligencias y el talento, saber donde está lo auténtico y protegerlo es motivo para honrarla desde la Casa Editorial Verde Olivo; donde confluyen en salvaguarda de su memoria La pasión que me llevó al Moncada y otros textos periodísticos que encumbran su participación en los sucesos del 26 de Julio y en la vida a favor de la Revolución.

 

A los que la enjuician por la decisión de privarse de la vida aquel 28 de julio de 1980, les responde Cintio Vitier desde su extensión poética.

 

“Ojos de sobreviviente, de heroína, de resucitada […] Haydée se fue acercando a la muerte que le restaba por morir desde que sonó el penúltimo disparo del Moncada. Su muerte fue con ella, y por ella, totalmente muerta. Ahora es solo vida: vida de ella y nuestra”. Han pasado 43 años y la historia asegura que ese día Haydée también fue valiente.

 

  • Fotos: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

  • Su oratoria firme y vibrante permanece en el recuerdo de los muchos. Fotos: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

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