Mensajeras para la libertad

12 de Septiembre de 2022

Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

Sorprendidas en la oscuridad del 12 de septiembre de 1958 por la policía; las dos valerosas mujeres se arrojaron sobre los asesinos que brutalmente golpearon y ametrallaron a sus compañeros de ideales.

 

Se hospedaban entonces en la casa de un combatiente clandestino, que, producto a una delación fue asaltada por los esbirros. Junto a ellas se escondían también en el inmueble los jóvenes masacrados: Alberto Álvarez, de 21 años; Leonardo Valdés, de 23; Onelio Dampiel, de 22; y Reinaldo Cruz, de 20 años.

 

Arrastradas fuera del edificio, luego conducidas a la Oncena estación y el día 13 a la Novena estación; Lidia Doce Sánchez y Clodomira Acosta Ferrales recibieron a partir de ese momento incontables torturas, imposibles de describir.

 

Fue largo el tiempo que permanecieron de una estación de policía en otra, hasta que el coronel Emilio Laurent, al ver que no confesaban y ya moribundas, las introdujo en una lancha en La Puntilla, al fondo del Castillo de La Chorrera, y en sacos con piedras las sumergieron y las sacaron del agua muchas veces sin resultado alguno, hasta que el propio Laurent las soltó en el mar.

 

Inhumano acto que cegaba la vida de dos luchadoras incansables. Lidia, quien se había desempeñado como mensajera de la Sierra Maestra y al producirse el desembarco del yate Granma se unió al Ejército Rebelde para cumplir con valor y audacia diversas misiones encomendadas por Fidel Castro y Ernesto Guevara, Che.

 

Clodomira Acosta por su parte; pertenecía al Movimiento Revolucionario 26 de Julio desde mediados de 1957, cuando apenas tenía 20 años. Ya formando parte del Ejército Rebelde es designada mensajera en la Columna No. 1 del Primer Frente Oriental.

 

La lealtad que ambas profesaron por la Revolución las llevó a ofrendar sus vidas aquel 17 de septiembre sin delatar nombres ni direcciones que pusieran en peligro la vida de sus compañeros, tampoco los planes del movimiento revolucionario. Ese silencio resistido las convirtió en admirables heroínas.

 

El Comandante Ernesto Guevara, expresó su respeto por ambas mujeres: “[…] Dentro del Ejército Rebelde, entre los que pelearon y se sacrificaron en aquellos días angustiosos, vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano las comunicaciones por toda la isla […]”.

 

Las historias de Lidia y Clodomira acompañan las de los miles de cubanos asesinados o desaparecidos en tiempos de dictaduras, resulta imposible olvidarlas pues aunque fueron torturadas salvajemente, sus enemigos no pudieron sacarle ni uno solo de sus secretos sobre las luchas clandestinas y rebeldes, por cuya razón las privaron de la vida y desaparecieron sus cuerpos. Ejemplos de valentía y coraje que las sitúa en el altar de mujeres inmortales y gloriosas de nuestra Patria.

 

  • Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

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