Participó en las tres guerras independentistas del siglo XIX y cuentan los historiadores que su nombre causaba pavor entre los españoles. Las incontables pruebas de coraje y pericia, avalaron  su continuo ascenso militar, hasta el grado de General de División del Ejército Libertador. 

Su nombre completo era José Quintino Bandera Betancourt, mas todos lo conocían como Quintín Bandera. Un mambí intrépido, que nació el 30 de octubre de 1834.

La Villa de El Cobre en Santiago de Cuba, fue el lugar donde transcurrió su infancia. Asistió durante pocos años a la escuela y laboró en diferentes oficios desde muy joven: como peón de albañil, jornalero agrícola y fabricante de carbón vegetal; debido a la extrema pobreza familiar.

En su terruño también conoció a los hermanos Maceo, Flor Crombet, Guillermón Moncada y otros coetáneos; con quienes compartió el ideal libertario y luego su vida como combatiente.

Cuando su machete se inutilizaba, nunca fue problema liarse cuerpo a cuerpo contra el adversario; y siempre ofreció un tratamiento especial a los prisioneros españoles. En cambio, fue inclemente con los cubanos traidores.

Su apoyo a Antonio Maceo en la impetuosa Protesta de Baraguá, junto a la notoria participación en cientos de combates, en especial, durante la Invasión de Oriente a Occidente; demostraron su visión política e ingenio militar, que lo inmortalizan en la historia de nuestra Patria.

Tras la intervención norteamericana de 1898, la imposición de la Enmienda Platt y el establecimiento de la República neocolonial, este cubano íntegro marchó de nuevo a la manigua en 1906, para continuar la lucha mutilada. Alcanzar la independencia verdadera volvía a ser su propósito.

En ese agosto, Quintín Bandera, alzado en los territorios de Arroyo Arenas y Wajay, en La Habana, fue traicionado y asesinado por integrantes de la Guardia Rural al servicio de los gobiernos de Tomás Estrada Palma y de los Estados Unidos.