José Jacinto Milanés: entre la lucidez y la melancolía (I)
«José Jacinto,
qué suerte tuvo usted
que perdió la razón
clamando a gritos
por el único amor
antes de haber sabido
que ningún amor,
absolutamente ningún amor
es infinito».
Martha Valdés
La historia de la literatura universal registra una inquietante correlación entre genio creativo y fractura mental. Célebres figuras de las letras: Poe, Joyce, Woolf, Hemingway, Lovecraft, Salinger, Plath, Shelley —y una lista interminable de ejemplos— aportaron obras muy ligadas a su desequilibrio psicológico. Uno de los grandes enigmas en torno a este fenómeno suele ser si la singularidad de sus producciones ocurre como resultado de una visión y abordaje «diferente» de la creación o se trata simplemente del talento sobrepuesto a las adversidades —quizás atravesado y enriquecido por las invenciones de la locura—. En cualquier caso, el resultado suele ser una escritura valiosa y perdurable, lamentablemente surgida desde el dolor y el tormento de sus autores.
El patrón psicosis-literatura no solo fue encarnado por representantes de las letras europeas y norteamericanas, la Cuba colonial del siglo XIX nos entrega a José Jacinto Milanés: el fantasma matancero que murió de amor.
Milanés es sin duda alguna un autor ineludible del movimiento romántico en la isla de Cuba junto a otras voces contemporáneas de igual fuerza como Plácido y José María Heredia. Nacido el 16 de agosto de 1814 en la opulenta Matanzas azucarera, este poeta transitó de la luminosidad fundacional de su lírica a la sombra de una perturbación que llevaría su voz y su talento al más oscuro mutismo.
Su familia, de pocos recursos y numerosos miembros, no pudo proveerle la formación más completa, pero la constancia y sed de conocimientos del pequeño «Pepe» consiguió el aprendizaje de varios idiomas y materias, muy superiores en comparación con otros niños de su edad. Llamaba la atención que para entonces disfrutaba mayormente el tiempo entre sus libros y en profundo retraimiento que jugando con sus hermanos y primos. Primeras luces, quizás, de la dolencia mental que lo aquejaría años más tarde.
La inclinación literaria no tardó en aparecer y, siendo muy jovencito, comenzó a frecuentar la extraordinaria biblioteca y el círculo intelectual de Domingo Del Monte, quien fuera su consejero y mentor en adelante. Sus primeros poemas fueron recibidos con admiración y agrado. Para la posteridad dejó un corpus trascendental que la crítica suele agrupar en tres momentos o vertientes fundamentales: poesía lírica, popular y poemas de corte filosófico moralista; estos últimos —según estudiosos— se deben a la fuerte influencia de las ideas de Del Monte en el bardo matancero.
Para Lezama Lima «Del Monte quiso llevar a Milanés al apólogo moralizante, al pastiche del teatro español, a una poesía de más ambiciosa factura de la que el temperamento de Milanés podía realizar»1 cuando creía fervientemente que en su poesía bucólica aquel hombre «luce ágil, lleno de encantamiento, con un rápido reflejo por donde penetran, finas y hondas, las más depuradas esencias de lo nuestro».1Ahora bien, es posible que la recurrencia de contenidos moralistas y de autocensura pudiera estar más relacionada con sus propias alteraciones mentales que con la influencia delmontina.Es Cintio Vitier quien revindica esta idea cuando precisaen sus investigaciones que la correspondencia entre ambos creadores revelaa unJosé Jacintoque a menudo disentía de su mentor.
Mientras tanto, también incursionó en el periodismo como cronista, aunque su trabajodestacó particularmente en el arte teatral como autor de piezas notables, agasajadas por la crítica de la época como «El Conde Alarcos», de los primeros dramas románticos con ambición universal. Sin embargo, la obligación de asistir a las puestas le provocaba una profunda angustia que derivaba en fuertes crisis nerviosas. Le aterraba el rechazo o repudio público de su creación, al contrario de lo que realmente acontecía en los teatros.
Lo cierto es que más allá de los análisis críticos o meramente técnicos de toda su producción escritural, la obra de este escritor merece una revisión a la luz de sus experiencias emocionales hasta el año 1842,cuando se detuvo abruptamente y comenzó de manera creciente y definitiva su deterioro psicológico.
Ciro Bianchi también se cuestiona: «¿Fue un mal hereditario? ¿Se lo provocaron aquellas extrañas fiebres que padeció en 1839 y que, se decía, le habían afectado el cerebro? ¿Amores contrariados lo llevaron a la demencia?»1En su crónica de 2014 «Milanés cumplió 200 años» afirma que existían antecedentes psiquiátricos familiares en conjunción con una personalidad distintiva, de una «sensibilidad extrema, y un temperamento ingenuo, sencillo, impresionable».
Para ello habría que introducirse en la génesis misma de su locura, sus primeros síntomas y manifestaciones a partir de su mejor y más completo testimonio: la poesía.
Referencias
- Ciro Bianchi: «Milanés cumplió 200 años». Juventud Rebelde, 2014.
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