Cinto Vitier: la obsesión de lo cubano

25 de Septiembre de 2025

Cintio Vitier fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura y de Investigación Cultural, la Orden Félix Varela y la Medalla Alejo Carpentier, entre otros reconocimientos por su aporte a la cultura cubana. Foto: La Jiribilla

 

No es posible escarbar en la génesis de la nacionalidad cubana y enumerar los aportes de figuras esenciales —en el intento de entender causas y condiciones— sin pasar antes o después por la visión de un hombre que un siglo más tarde dedicaría una vida a tejer los hilos dispersos de la identidad cultural de esta isla. Su nombre es Cintio Vitier.

 

Cubano por sangre y vocación, nació el 25 de septiembre de 1921 en Cayo Hueso, Florida (Estados Unidos); y con dos años de edad llegó a Cuba. Residió inicialmente en Matanzas y luego en La Habana. Hijo del profesor, investigador y ensayista filosófico Medardo Vitier, Cintio desarrolló un profundo interés por el estudio de la cultura, de las raíces de la cubanía y de la espiritualidad.

 

Su formación transcurrió en el ambiente intelectual habanero de los años 30 y 40 de la etapa republicana. Fue fundador, en 1944, del grupo Orígenes —revista y movimiento cultural— junto a Lezama Lima, Eliseo Diego, Mariano Rodríguez y Fina García Marruz: los origenistas. Contaba con la colaboración, entre otros creadores, de Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Fayad Jamis, Samuel Feijóo, Lydia Cabrera y Virgilio Piñera. Personalidades de talla internacional como Gabriela Mistral,Octavio Paz, Albert Camus, Juan Ramón Jiménez y Aimé Césaire       figuraron por sus páginas; mientras Amelia Peláez, Wifredo Lam, René Portocarrero y Carmelo González Iglesias asumieron la ilustración de sus números.

 

Esta agrupación de intelectuales se consolidó por derecho propio y hasta hoy como uno de los movimientos más sólidos y trascendentales de la cultura insular (la mayoría de sus integrantes serían reconocidos como poetas trascendentalistas). Su búsqueda de las raíces de lo cubano en contraposición a una creciente banalidad y superficialidad en la creación, rechazaba cualquier compromiso con lo circunstancial y lo moderno mientras comprometiera la esencia del arte en su estado más puro. Este manifiesto ético resultó en potente transformación del arte y la literatura de la época. Y ahí estaba Cintio, poeta de aguda sensibilidad, narrador y notable ensayista.

 

Lo cubano en la poesía (1958) es, según algunas fuentes, su obra cumbre, texto medular. Representa un hito en la crítica literaria cubana; y en esencia no es otra cosa que una profunda exploración de la memoria cultural a través de su producción lírica. Leer este impresionante trabajo —recorrido histórico si se quiere— no es menos que sobrecogedor.

 

A la labor investigativa de este hombre la distingue una obsesión, significativa y oportuna, una necesidad de desentrañar y —¿por qué no? — de rescatar lo que nos hace cubanos. Más allá de postulados o de juicios estéticos, de Cintio Vitier debería quedarnos la obsesión: espiritual, identitaria y cubanísima. También necesaria, absolutamente necesaria en una isla cuya cultura es el alma de la nación.

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