El estallido en Cuba de la lucha armada el 24 de febrero de 1895, floreció como reguero de estrellas tras la leal acción de Juan Gualberto Gómez, ese hijo de esclavos que propagó la orden de alzamiento a los jefes conspiradores de toda la Isla.

Tal comunicación era su responsabilidad mayor con la Patria y con José Martí, ese amigo que lograba restablecer el futuro predecible, el sueño de la utopía, y para ello se apoyaba en las experiencias del 10 de octubre de 1868 y del 27 de febrero de 1874, así como del campo sagrado y distante de Jimaguayú y de Guáimaro. Todo ello, para restituir los valores cubanos sin dejar suelto un solo cabo.

La nueva contienda, a la que nuestro Héroe Nacional llamó Guerra Necesaria luego de haberla considerado inevitable, pasaba por encima de las discrepancias, los personalismos, las visiones locales, los héroes de patria chica; para unir, amar, levantar y exaltar los valores más auténticos de la nación.

Recordar esa contienda constituye un homenaje a las mujeres y hombres que en gesto magnífico dejaron toda expectativa personal y se consagraron con pasión, alegría y dedicación a servir a una madre y a una amada superior.

Entre los participantes se encontraron los cornetas de órdenes, quienes anunciaban la diana, la retreta, las formaciones y el fuego; es decir, tenían la responsabilidad de comunicar al Estado Mayor la artillería, la infantería…

Y un buen corneta mambí se aprendía los toques del contrario y avisaba de sus movimientos. Mientras, si el enemigo estaba cerca, podía tocar atenuando el sonido para que la orden fuera escuchada solo por sus compañeros de lucha.

Así legó sus responsabilidades para los combates futuros del pueblo cubano y permitió, incluso, que en la etapa de lucha clandestina e insurreccional, se desplegaran distintas formas para lograr la comunicación.

De ellas hay ejemplos como el traspaso de mensajes y órdenes a través de los enlaces, la toma de la emisora Radio Reloj, la distribución de propaganda y la venta de periódicos, siempre con el objetivo de dar a conocer la verdad de la guerra que se libraba, hasta llegar a la creación de la emisora Radio Rebelde, la cual contó con 32 estaciones en los diferentes frentes de combate. Así se conformó la gran cadena de la libertad, que como sus cornetas antecesoras, también llamaba al pueblo cubano e indicaba que Cuba existía y latía.