Defensor de la dignidad
Aún no cumplía los 31 años cuando fue acribillado a mansalva por tres de los seis sicarios emboscados en la oscuridad de la noche. Salía de su acostumbrada cena, en una casa de huéspedes radicada en la calle Mazón No.18 y no imaginaba la sorpresa.
Iba solo y confiado. Él, Ramiro Valdés Daussá, era el profesor ayudante de la Cátedra de Dibujo de la Escuela de Arquitectura e Ingeniería de la Universidad de La Habana, que había logrado mantener a raya el bonchismo, que realizaba abusivas acciones en cualquier sitio del centro de Altos Estudios.
Allí bajo total impunidad, gánsteres y saboteadores disfrazados de supuestos estudiantes, servían a Fulgencio Batista para reprimir la actividad revolucionaria.
Mas el increíble civismo, valor e integridad del profesor Valdés Daussá, ayudado por su asistente de Cátedra, Manolo Castro, le permitió organizar y hacer funcionar la Policía Universitaria, la cual logró neutralizar al movimiento sanguinario.
Entonces, cuando hubo calma en la Universidad y una reducción notable de fraudes, “botellas” y otras manifestaciones de corrupción entre los catedráticos y el alumnado, Valdés Daussá y su asistente renunciaron a los puestos de dirección de la eficaz institución cívica.
Sin embargo, los mafiosos y sus influyentes padrinos dictaron la sentencia de muerte del catedrático, un hombre de hábitos conocidos y de firmes ideales revolucionarios.
Él, que estuvo entre los fundadores del Directorio Estudiantil Revolucionario en la Universidad de La Habana en 1930; apoyó la revuelta militar que puso fin al gobierno de Carlos Manuel de Céspedes en 1933; y luego respaldó el programa antiimperialista y de izquierda promovido por Antonio Guiteras durante el gobierno de los 100 días, que impulsó conquistas que beneficiaron a sectores humildes de la población.
Daussá además, militó en varios movimientos revolucionarios de izquierda, como la Comisión Deportiva de la Hermandad de Jóvenes, organización de masas de la Unión Revolucionaria, cuyo nombre cubría al ilegal Partido Comunista, el cual solo funcionaba clandestinamente.
Su participación en protestas, actos, manifestaciones y demandas estudiantiles, lo llevó varias veces a ser encarcelado en el Castillo del Príncipe y en el Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos (Presidio Modelo), actual Isla de la Juventud.
No obstante, fue en 1939 cuando comenzó su acometida contra los pandilleros que amenazaban con socavar el prestigio de la Universidad como centro docente y revolucionario. A partir de entonces, impuso normativas de exigencia y control, y creó Comisiones Depuradoras que expulsaron a falsos alumnos, retiraron matrículas y títulos engañosos, eliminaron la venta de exámenes y sancionaron a catedráticos inmorales.
Por lo tanto, más allá de los meros pandilleros, esto también le consiguió importantes enemigos entre colegas de algunas cátedras, sujetos a sanciones, e importantes funcionarios como Fulgencio Batista.
Hoy, al evocar a Valdés Daussá, en momentos en que combatimos manifestaciones y conductas sociales indeseables, apreciamos la vigencia de su ejemplo. Por tal motivo, como él, fieles a nuestros ideales, también luchamos contra las injusticias y confiamos en la unión, la entrega y el arrojo de todos, para alcanzar el triunfo.
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