Un simbolismo loable condujo a Fidel Castro Ruz hasta allí. Nuevamente estaba muy cerca del sitio donde radicó la Comandancia del Ejército Rebelde, en el mismo corazón de la Sierra Maestra.

Aquellas montañas atestiguaron durante años el abuso y la explotación de sus habitantes; mas también fueron guardianas y escenario de rebeldía de los oprimidos. Ello justificó su elección para reiniciar la batalla definitiva en diciembre de 1956.

Pero aquel domingo, apenas cuatro meses y 17 días de triunfada la Revolución, era otro el motivo que condicionaba tan enardecedor acto y con el que se cumplía una de las más importantes tareas del programa del Moncada, expuesto por Fidel en La Historia me Absolverá.

Allí, desde La Plata, el líder decretó La Primera Ley de Reforma Agraria, con la cual se entregaba la tierra a sus verdaderos dueños: los campesinos que la trabajaban. Proclamó que esta constituiría uno de los acontecimientos más trascendentales en la vida de Cuba. Un hecho de justicia, una deuda inaplazable, un paso imprescindible en el camino del desarrollo económico; además de la edificación de una sociedad justa, equitativa, libre y unida.

Fidel, entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, habló de las ventajas de la ley, pero sin dejar de reconocer que lesionaba intereses y produciría la natural oposición que una medida de este tipo siempre causa.

A la promulgación, le sucedieron en diversas etapas, leyes adicionales que garantizan hasta hoy los derechos de los cubanos, actualizándolas en cada momento histórico, según las circunstancias y necesidades.

La ley, suscrita en una jornada como esa  hace sesenta y dos años, y cuya fecha se instituyó como día del campesino cubano, marcó un hito de enorme trascendencia para la Revolución Cubana, como expresó el líder histórico en el Acto Central por el XXV aniversario de aquel suceso: “La Revolución, al proclamar la Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959, liberó a la masa campesina y a la masa obrera de la explotación: 100 000 arrendatarios, aparceros y precaristas, se convirtieron en propietarios en virtud de esa ley; y en virtud de esa ley, los grandes latifundios extranjeros y nacionales estaban condenados a desaparecer”.

Más allá de promulgar el contenido de una legislación, con aquel acto se hacía justicia para el campesinado cubano. Se convertía en realidad, uno de los planteamientos expresados en el Programa del Moncada y el pensamiento de nuestro Héroe Nacional José Martí cunado expresó, que la Patria era de todos y para el bien de todos.