La primera mujer integrante del Ejército Rebelde
Celia, la de Pilón
Celia, la de Pilón, desde su pura
niñez amó las flores de su tierra.
Quiso ser una orquídea de la Sierra
y fue modestia, sencillez, ternura.
Estrella que alumbró la noche oscura
de los días sangrientos de la guerra,
no es un silencio que el sepulcro encierra,
sino una idea viva que fulgura.
Por sembrar sus orquídeas clandestinas,
el sacrificio coronó de espinas
en la llanura su cabeza indiana;
pero, por endulzar graves dolores,
en su tumba de dulce capitana
todos los días amanecen flores.
Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí
La primera mujer integrante del Ejército Rebelde, Celia Sánchez Manduley nació en la cuna ferviente de la Revolución, Oriente. El 9 de mayo de 1920 en el Central Isabel, Pueblo Nuevo, Media Luna, germinó la flor más autóctona de la Revolución Cubana.
Su espíritu patriótico y rebelde, aprendido por el ejemplo de sus padres desde la cuna, la llevó a colocar un busto del Héroe Nacional José Martí, el 21 de mayo de 1953, en el punto más alto de la geografía cubana, el Pico Turquino. Celia, su padre y la escultora Jilma Madera, lo subieron a lomo de mulos.
Si no fuera por la red clandestina armada por ella, con campesinos de la Sierra Maestra, desde los días previos al desembarco del yate Granma en 1956, el Comandante en Jefe Fidel Castro no hubiese llegado a Cinco Palmas y a lo mejor, la historia hubiese sido otra.
Celia combatió en el Uvero, el 28 de mayo de 1957, con su fusil M-1, en su condición de integrante de la Columna 1 José Martí del Ejército Rebelde.
Heroína de la Sierra y el Llano, siempre estuvo junto a Fidel y bajo su dirección, asumió la importantísima misión de organizar la logística rebelde: armas, proyectiles, comida, ropa, medicinas y demás artículos necesarios para la lucha y la subsistencia en las duras condiciones de la montaña.
De igual forma se convirtió en coordinadora y ejecutora de todo el trabajo de retaguardia en el territorio guerrillero. Fue un eslabón importante pata preservar la historia de esos momentos gloriosos, pues su mochila fue el embrión de la Oficina de Asuntos Históricos.
Con la victoria del primero de enero de 1959, asumió importantes tareas y responsabilidades que la convirtieron en participante activa de los momentos más trascendentales de las primeras décadas de la Revolución. Fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba desde su creación hasta su fallecimiento y miembro de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Armando Hart Dávalos en el sepelio de Celia, el 11 de enero de 1980, sintetizó magistralmente a su gran amiga y compañera cuando dijo: «en el carácter de Celia se integra la dulzura, el cariño, el afecto, la alegría de vivir con la más rigurosa exigencia, en los principios y en el trabajo revolucionario. Esta combinación de exigencia y sentido humano en el enfrentamiento de cada problema es una formidable enseñanza para nuestro trabajo de hoy y de mañana. He ahí una de las principales lecciones que nos ha dejado y que debemos aplicar. Celia era como la justicia: humana y exigente. Por esto, su recuerdo nos da la imagen de lo justo».
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