Maestro y artillero
El cadete de tercer año Lázaro Leonardo Hernández Carrasco quiere ser profesor. Afirma que descubrió este anhelo en la Escuela Interarmas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) General Antonio Maceo, Orden Antonio Maceo, donde lo han formado como futuro oficial de la especialidad de Artillería Terrestre de la institución armada.
“La enseñanza es la manera más efectiva y directa que tengo para devolver los muchos desvelos que mis maestros han tenido conmigo, de serle útil a este centro educativo de las FAR donde he crecido como ser humano y martiano”, asegura el joven.
Sabe que sus pocos años de estudio en pregrado no serán suficientes para enfrentarse a los nuevos cadetes que en él buscarán apoyo, sabiduría y, sobre todo, conocimientos; pero eso no lo asusta. Dice que retos mayores ha tenido que superar en la Maceo, y él es de los que se impone.
Recuerda entonces su incorporación a la batería que cada año dispara las 21 salvas en homenaje al Héroe Nacional de Cuba José Martí. Una experiencia de las que primero les hablará a sus discípulos y que lo enorgullece por formar parte de la familia artillera.
Su quinta pieza en la batería lo ha visto crecer como sirviente, cargador y disparador. Tanto es así que asegura integrar: “la mejor dotación, la más unida, perfeccionista, donde todos somos amigos, muy responsables, y conocemos nuestro obús de 122 milímetros M-30 hasta en el más mínimo detalle”, apunta Hernández Carrasco.
Afirma que en estos tres años de prácticas constantes para exaltar la trascendencia del Maestro mediante disparos de lealtad, ha aumentado su disciplina en clase, así como la capacidad y agilidad con los equipos y procedimientos que debe dominar.
Además, desde hace unos meses tiene bajo su tutela a otros dos cadetes a los cuales instruye como futura jefa de pieza y disparador. “Para dejar el relevo seguro cuando nos graduemos en unos meses”, refiere mientras una sonrisa se dibuja en su rostro.
“A mis discípulos les exhorto a mantener la actitud adecuada en cada ejercicio; aumentar las destrezas, habilidades, sensibilidad y perspicacia; así como a estar siempre atentos ante las órdenes de los jefes. Quiero enseñarles que la Artillería se enseña y aprende desde el corazón”.
¡Cuánto orgullo representa para este pinareño rendirle tributo al Apóstol a través de la especialidad que tanto ama! ¡Qué feliz se siente cuando se ilumina San Carlos de la Cabaña justo a las 12 del mediodía con la luz que proyecta su arma al dispararla!
Satisfacciones y aprendizajes como estos serán los que compartirá con sus alumnos cuando le pregunten sobre la importancia de la especialidad, por qué se quedó en La Maceo y desde cuándo idolatra al Apóstol de la independencia de Cuba.
Por ahora, se enfoca en prepararse para los exámenes venideros y en apoyar cuanto haga falta para embellecer y perfeccionar su escuela que próximamente cumple seis décadas de creada. Honor este que resalta a cada momento.
Reconocerse como integrante de la Maceo constituye uno de sus grandes logros, porque él se siente como los definió nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz: “Un cadete que se graduará de oficial veterano sin haber ido a la guerra”.
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