Cita con la Patria

30 de Septiembre de 2021

Manifestación en el entierro de  las cenizas de Mella,  donde es asesinado Paquito González. Foto: Granma digital

Cuando los revolucionarios de la Isla supieron que las cenizas de Julio Antonio Mella, asesinado en México la noche del 10 de enero de 1929 por órdenes de Machado, habían llegado a La Habana, un fervor revolucionario se apoderó de las calles de la capital.

 

Era 29 de septiembre de 1933, apenas había transcurrido un mes y medio de la caída de la dictadura machadista y ya el pueblo cubano, a través del dirigente comunista y profesor universitario Juan Marinello Vidarrueta y otros intelectuales cubanos y mexicanos, trasladaba a la Patria los restos del querido y respetado líder antimperialista.

  

Cientos de personas se congregaron por toda la calle Reina para esperar la salida de los restos desde la sede de la Liga Antimperialista; donde trabajadores, militantes comunistas y pioneros rendían guardia de honor, hasta un obelisco que se había construido en el Parque de la Fraternidad.

 

Francisco González Cueto, Paquito, era uno de los miembros de la Liga de Pioneros de Cuba que se disponían a asistir a la cita. La historia atestigua las palabras que el niño pronunciara aquel día a su madre, pues no titubeó cuando su progenitora le pidió que desistiera de ir a las honras fúnebres: “Julio Antonio Mella ha muerto por la Revolución y mi deber es ir al entierro aunque me maten”.

 

Sin importar los trece años

 

Tal vez motivado por su admiración hacia Mella, o por la inquietud y rebeldía que siempre lo caracterizaron, Paquito decidió no ausentarse del histórico homenaje. Aunque después de realizar la guardia de honor él y sus compañeros fueron protegidos en una casa donde no corrían peligro; se las ingenió para pasar inadvertido y continuó la marcha con el cartel que portaba.

 

Paquito portaba un brazalete de la Liga, una especie de solapín con la efigie de Mella en el pecho, y un pequeño cartel entre sus manos con las palabras ¡Abajo el imperialismo!

 

Mas la furia del tirano era temeraria. En la céntrica calle, la policía tiñó de sangre aquella tarde. Comenzaron a sonar los disparos contra el edificio de la Liga Antimperialista, mucho antes de iniciar la ceremonia y las cenizas tuvieron que sacarse por la azotea. La multitud que avanzaba rumbo al Parque de la Fraternidad fue atacada salvajemente por la policía. Algunos huyeron. Otros se enfrentaron en desigual pelea.

 

Paquito, con una actitud impresionante para su edad, continuó la marcha. Las balas se esparcieron por todos lados y, a 20 días de cumplir sus 14 años, cayó al suelo con el cráneo destrozado.   

 

Francisco González Cueto quedaba así inmortalizado como el primer pionero mártir. No obstante, su trascendencia va más allá de su muerte. Y es que, en tan pocos años, protagonizó numerosas iniciativas en nombre de la Liga de Pioneros de Cuba, pese a las complejidades y peligros del contexto que le tocó vivir.

 

Aquel día, el pequeño  pionero no solo comprendió la necesidad de su presencia en el duelo, sino que permaneció allí a pesar del evidente peligro que existía en la calle y del cual fue víctima. De la mano de Mella, se elevó al pedestal de los mártires de la Patria. El ejemplo de aquel niño, su sentido del deber ante la realidad imperante, lo inmortalizaron como paradigma de los pioneros cubanos.             

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