Libros

Al jefe del Segundo Frente Oriental Frank País, general de ejército Raúl Castro Ruz, por sus sabias enseñanzas. A los combatientes de esta unidad guerrillera, a los luchadores clandestinos y colaboradores del Ejército Rebelde, en la región de Baracoa, y a todos los que dieron su aporte por nuestra liberación. A las madres, los padres, las esposas y demás familiares que sufrieron la pérdida de sus seres queridos en manos de la dictadura que ensangrentó a nuestro pueblo durante seis largos años y bajo la ignominia de una neocolonia impuesta por el imperialismo yanqui durante más de cincuenta años. Con el esfuerzo y la sangre derramada por nuestros héroes y mártires se abrió el camino hasta lograr la ansiada libertad del Primero de Enero, que fue la respuesta del pueblo de Cuba, a más de cuatro siglos de opresión y, por primera vez, somos verdaderamente libres.

 

 

 

 

Qué bueno, Antonio Enrique comienza la historia con la etapa de su niñez y adolescencia, como campesino, formando parte de una familia numerosa y emprendedora lo cual, pienso, influenció en la formación de su carácter e ideología. A finales de la década de los años cuarenta, con dieciocho años de edad, sus inquietudes sociales lo llevan a militar en la juventud del Partido Ortodoxo, dirigido por Eduardo Chibás, cuya consigna pública era “Vergüenza contra dinero” y una escoba que enarbolaba significando que barrería a los ladrones. Con ello había atraído a lo mejor de la juventud y a los obreros del país. Muchos jóvenes, entre ellos Lussón, decepcionados por el rumbo que tomó esa organización después de la muerte de Chibás y frente al golpe de Estado el 10 de marzo del año 1952, abrazaban la insurrección propugnada por el Partido Auténtico, desplazado del poder. Es una etapa en la que surgen muchas organizaciones insurreccionales, incluso el propio Frank País crea la Acción Prólogo 8 Revolucionaria Oriental (ARO). Todos quieren un cambio violento de la sociedad, pero es Fidel Castro quien procura los medios, recluta los hombres, organiza, y pasados cuatrocientos noventa y dos días del fatídico golpe de Estado ejecuta el asalto a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, y aunque no obtiene la victoria militar acapara la simpatía y el apoyo del pueblo. Lussón, como miles de jóvenes santiagueros abandonan las otras organizaciones insurreccionales y abrazan el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26- 7).

Sentimientos patrióticos vibraban en cada uno de los hombres y mujeres que se alistaban para una acción armada contra el tirano. Corría entonces el año 1953. En una hazaña como la que se preparaba era imprescindible la emoción, ánimos exaltados. El líder lo sabía bien y piensa en el valor movilizador de una marcha.

 

Quiso el destino que Fidel confiara en Agustín Díaz Cartaya para que escribiera los versos  que, cantados, llevarían en sus corazones aquel 26 de julio.

Tal vez no sea imprescindible repetir la frase de aquel anuncio de la Venecia entonces pionera de la publicidad turística. Asumo, sin embargo, el riesgo para decir que los periodistas debemos tener como patrón la frase de «Vivir no es necesario; viajar es necesario». Y no pretendo —¿está claro?— con- vertir a mis colegas, ni a mí mismo, en turistas. Sería una propuesta indigna de nuestro oficio, en cuyo ejercicio andamos por aquí o por allá, dentro de Cuba o fuera de ella con el propósito de hallar actos, personas y personajes con los cuales divulgar la crónica del presente, y nutrir la historia, que juzgará si obramos con acierto o si la tinta moral no nos alcanzó para llegar a lo más humano de los acontecimientos.

 

Herido en una emboscada durante el cumplimiento de una misión internacionalista, el coronel Orlando Cardoso Villavicencio, fue hecho prisionero por tropas somalíes, y sometido a un cruel régimen carcelario durante diez años, siete meses y un día.

 

En el reducido espacio de su celda, nacieron Wendy y El duque Pedro y El reino embrujado. El primero, narra historias fantásticas sobre brujas, dragones, gigantes y otras creaciones de la fantasía; mientras que en el segundo, un malévolo hechizo castiga a un reino. Ambos cuentos, constituyen los únicos lazos, que  atarona Cardoso Villavicencio a su infancia y al mundo exterior que le negaban, convirtiéndose en muestra de la voluntad y la sensibilidad de este hombre, que hoy ostenta el título de Héroe de la República de Cuba.

 

Tal y como fueron escritos originalmente, y bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, llegan estas obras a manos de los pequeños de casa, como parte de las actividades de la XXX Feria Internacional del Libro de La Habana, en esta ocasión de forma digital.

 

Quizás resulte extraño que un combatiente, en lugar de contar historias de guerra, escriba cuentos de hadas. La razón habría que buscarla en la soledad de su cautiverio. Allí, lejos de la patria y la familia, escribir fue la única manera de continuar luchando por vivir.

 

Más que una quimera de apariencia infantil o simples historias para niños, entre sus páginas encontramos, la fe de un hombre que no pudo ser destruido.

 

Herido en una emboscada durante el cumplimiento de una misión internacionalista, el coronel Orlando Cardoso Villavicencio, fue hecho prisionero por tropas somalíes, y sometido a un cruel régimen carcelario durante diez años, siete meses y un día.

 

En el reducido espacio de su celda, nacieron Wendy y El duque Pedro y El reino embrujado. El primero, narra historias fantásticas sobre brujas, dragones, gigantes y otras creaciones de la fantasía; mientras que en el segundo, un malévolo hechizo castiga a un reino. Ambos cuentos, constituyen los únicos lazos, que  atarona Cardoso Villavicencio a su infancia y al mundo exterior que le negaban, convirtiéndose en muestra de la voluntad y la sensibilidad de este hombre, que hoy ostenta el título de Héroe de la República de Cuba.

 

Tal y como fueron escritos originalmente, y bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, llegan estas obras a manos de los pequeños de casa, como parte de las actividades de la XXX Feria Internacional del Libro de La Habana, en esta ocasión de forma digital.

 

Quizás resulte extraño que un combatiente, en lugar de contar historias de guerra, escriba cuentos de hadas. La razón habría que buscarla en la soledad de su cautiverio. Allí, lejos de la patria y la familia, escribir fue la única manera de continuar luchando por vivir.

 

Más que una quimera de apariencia infantil o simples historias para niños, entre sus páginas encontramos, la fe de un hombre que no pudo ser destruido.

Páginas