A partir del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, no se hizo esperar la ola represiva de la tiranía batistiana contra el pueblo, dando lugar a páginas sangrientas en la Isla. La causa por los hechos del 26 de julio fue denominada con el número 37 del año 1953 en el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba.

El 21 de septiembre del mismo año, tras el despliegue de numerosos guardias por los alrededores de la manzana que ocupa el Palacio de Justicia, fueron conducidos por la puerta trasera, esposados y fuertemente escoltados hasta la sala, los jóvenes moncadistas.

Comienza el juicio

A las 10:45 am dio comienzo el juicio más trascendente de nuestra historia. Entre las filas de revolucionarios que serían procesados por la tiranía, faltaban figuras clave como Abel Santamaría, el segundo al mando del Movimiento, Boris Luis Santa Coloma, Raúl Gómez García, el poeta de la Generación del Centenario; José Luis Tasende, Fernando Chenard y otros tantos jóvenes valiosos, todos asesinados en los muros de la segunda fortaleza militar del país.

Sin embargo, entre los sobrevivientes estaba latente el ideal libertario que los llevó a intentar tomar el cielo por asalto aquella madrugada, y reiniciar así la lucha armada empezada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868. Todos reconocieron con dignidad su participación consciente en los sucesos. Ninguno se retractó, pero más que eso, lo reconocieron con orgullo visible, sabedores de su trascendencia.

El obrero de la construcción Armando Mestre, afirmaría con sentimiento patriótico: “¡Sí, participé! Tuve el honor de que se contara conmigo para pelear, de que se me hablara para integrar el movimiento revolucionario”. Similares respuestas ofrecieron Ciro Redondo, Ramiro Valdés y los demás combatientes, incluidas Melba y Haydée, las Heroínas del Moncada.

Juan Almeida fue muy elocuente al expresar: “¡Yo declaro bajo juramento que sí participé en el asalto al cuartel Moncada y que nadie me indujo! … a no ser mis propias ideas que coinciden con las del compañero Fidel Castro, y en el caso mío provienen de las lecturas de las obras de Martí, y de las historias de nuestros mambises”.

Un líder llamado Fidel

El abogado Fidel Castro entró al juicio esposado como sus compañeros, pero aún en esas condiciones de aparente indefensión, la dictadura le temía.

Su denuncia y protesta contundente, obligó al titular de la Sala a ordenar que se le quitaran las esposas. Resultó esa la primera de las victorias del joven, quien de acusado pasaría a ser el índice acusador de los crímenes cometidos.

Durante su intervención, el líder adelantó las proyecciones de la agenda política y social después del triunfo rebelde, en contraste con la precaria situación del país. El alegato “La Historia me Absolverá” pasó a ser considerado uno de los textos principales del pensamiento político en América Latina.

Ante una pregunta del fiscal que inducía que el dinero para las armas y demás pertrechos, habían salido del bolsillo del expresidente Carlos Prío Socarrás, afirmó con hidalguía: “Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia”.

A sesenta y ocho años de aquel juicio, adquieren mayor dimensión las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, pues sus ideas rompieron el aislamiento, trascendieron fronteras y se inscriben ahora en las banderas de lucha de millones de personas que batallan en disímiles latitudes, con la inconmovible certeza, de que un mundo mejor es posible.