En octubre de 1868, cuando Bayamo se convirtió en la primera ciudad libre de Cuba, Perucho reprodujo de memoria, a solicitud de la entusiasta multitud, aquellos versos que fueron pasando de mano en mano y que, tiempo después, reconoceríamos como nuestro Himno Nacional.

En esos días, la Plaza de Armas de Bayamo cambió su denominación. En medio del júbilo popular Céspedes la bautizó Plaza de la Revolución. Luego, el 1 de noviembre de 1899, el Ayuntamiento de la ciudad lo acordaría oficialmente.

Sobre este y otros monumentos similares trata la obra Plazas que cantan a la Revolución, de la autoría de los periodistas María Luisa García Moreno y Boris Ernesto González Abreu.

El libro, bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, propone al público un acercamiento profundo a la historia de varios monumentos a lo largo y ancho del territorio, así como una extensa obra fotográfica de las mismas.

Sin embargo, debido a limitaciones económicas, no todas las provincias del país han podido construir su plaza. Un ejemplo de ello es la propuesta con el nombre de Juan Gualberto Gómez, en Matanzas, que por ahora ha quedado en  proyecto.

Algún día cada territorio podrá mostrar en una construcción de este tipo un pedacito de su historia, que es la de todos. El propósito, aunque inacabado, reúne importantes valores patrimoniales y, lo más significativo, en cada una de ellas se canta y defiende una Revolución, aquella que comenzó el 10 de Octubre de 1868 y continúa.