La locura de la invasión y la unidad
El 21 de agosto de 1958, partió desde El Salto, Sierra Maestra, la Columna Invasora No. 2 Antonio Maceo, al mando del Comandante Camilo Cienfuegos. Diez días después lo hizo desde Las Mercedes, Sierra Maestra, la Columna Invasora No. 8 Ciro Redondo, al mando del Comandante Ernesto «Che» Guevara.
El coronel retirado Rafael Ochoa Sánchez, integrante de la Columna Invasora No. 2 Antonio Maceo, contó a la autora Felipa de las Mercedes Suárez Ramos, una interesante anécdota entre Camilo y Fidel. El primero dijo al máximo jefe rebelde que los seleccionados para acompañarlo eran todos locos, porque «hay que estar loco para cumplir la misión que me has dado».
En un tono jocoso Camilo resumió dos cosas, por una parte, el coraje de los hombres que llevaron a cabo la hazaña de la invasión, y por otro lado, la genialidad de Fidel como jefe militar.
Los días 18 y 21 de agosto de 1958, el Comandante en Jefe firmó las órdenes que asignaban a Camilo y al Che, respectivamente, la misión de conducir sus columnas hasta el occidente del país. Este hecho no solo era similar a la invasión protagonizada por Antonio Maceo y Máximo Gómez en la Guerra de 1895, sino que respondía a un plan estratégico del Ejército Rebelde.
Las dificultades que debieron pasar esos hombres fueron infinitas: caminar en la noche, mal alimentarse o no comer, el asedio enemigo, los ciclones y los ríos crecidos, los escasos pertrechos, desconocimiento de la zona. La sierra era hostil para todos, pero al mismo tiempo daba un mínimo de ventaja a los rebeldes en su verde espesura. Sin embargo, ya el llano era una realidad completamente distinta, desde lo militar y lo psicológico.
Esas vicisitudes estaban anotadas en los planes desplegados del Ejército de Batista, como aspectos que impedirían que las columnas se desplazaran más allá de la Sierra Maestra. Pero fueron esas mismas vicisitudes las que fortalecieron a cada uno de aquellos guerreros soñadores. Dicho por el propio Camilo, «nada nos impedirá el cruce, ni los ríos crecidos ni los cientos de soldados que decían que se movían alrededor nuestro,«porque», a pesar del hambre, a pesar de estar perseguidos, a pesar de tener los pies hinchados y llevar veinte días con el agua y el fango a la cintura, solamente veían dos caminos: o el camino de la muerte o el camino de la libertad».
Las guerras de independencia habían sido una dura lección para entender que, si las hostilidades no trascienden el espacio oriental, no cumplen su objetivo más importante. Y el contexto había que aprovecharlo, porque contradictoriamente a como esperaba el Ejército batistiano, su ofensiva de 1958 no solo fue un fracaso, sino que permitió que los rebeldes infringieran importantes derrotas, con el consiguiente incremento de la moral y la confianza en la victoria. En ese ambiente surgió la contraofensiva.
Sin embargo, no puede pensarse que el único objetivo era llevar las acciones hostiles hacia la región central y occidental; si bien era el más importante, también había otros propósitos.
Aquí me permito hacer una digresión. ¿Cuál fue una de las causas principales que provocaron la deposición de las armas en las guerras de los Diez Años y Chiquita?
La falta de unidad.
Siendo Fidel tan estudioso de las gestas independistas, y martiano furibundo, asignó a las dos jefes militares, en especial al Che, la importante misión de unir a las fuerzas revolucionarias que operaban en el resto del país.
Cuando se mira desde la distancia, y sin suficiente información, podría pensarse que la lucha revolucionaria fue un escenario de hombres que tenían las mismas ideas, creencias, origen social, expectativas y nivel cultural. Sin embargo, el mosaico era tan amplio, que en Las Villas en ese momento operaban fuerzas del Directorio Revolucionario «13 de marzo», el II Frente del Escambray, el Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular.
Pero el entendimiento de Fidel de esta realidad, lo llevó a darle la importancia suprema a la unidad de las fuerzas. Con ese fin, el Che había sido nombrado «jefe de todas las unidades rebeldes del Movimiento 26 de julio que operan en la provincia de Las Villas, tanto en las zonas rurales como urbanas». Tenía además facultades para «coordinar operaciones, planes, disposiciones administrativas y de organización militar con otras fuerzas revolucionarias que operan en esa provincia, las que deberán ser invitadas a integrar un solo cuerpo del ejército para vertebrar y unificar el esfuerzo militar de la Revolución».
El 1 de diciembre de 1958 se logró uno de los hitos de la etapa, la firma del Pacto de El Pedrero. Aunque fue suscrito por el Che a nombre del Movimiento 26 de Julio y el comandante Faure Chomón por el Directorio Revolucionario «13 de marzo», quedó abierto para que el resto de las organizaciones revolucionarias que desearan, lo firmaran.
En una de sus partes, el documento manifestaba que «unir es la palabra de orden: juntos estamos dispuestos a vencer o morir».
Un mes después la Revolución triunfó, y los locos soñadores que habían bajado de la Sierra Maestra, entraron victoriosos a La Habana.
Referencias
- Castro, Fidel (2010). «La contraofensiva estratégica»: Agosto de 1958. Cubadebate, 15 de octubre. Obtenido de http://www.cubadebate.cu/especiales/2010/10/15/la-contraofensiva-estrate...
- Suárez, Felipa (2022). Camilo: de El Salto a La Caridad. Trabajadores, 7 de octubre. Obtenido de https://www.trabajadores.cu/20221007/camilo-de-el-salto-a-la-caridad/
- Wejebe, Jorge (2022). Columna invasora número 8 Ciro Redondo, comandada por el Guerrillero Heroico. Adelante, 30 de agosto. Obtenido de https://www.adelante.cu/index.php/es/historia-incio/sucesos-submenu/2630...
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