Julio Antonio y Tina: amor en revolución (V)
Algo fecundo y grande
«Cuando cayó Julio Mella,
la mano en el corazón,
dijo: la muerte es muy bella,
es por la revolución».
Corrido anónimo mexicano
A la luz del sol, el jueves 10 de enero de 1929 luce como un día cualquiera. Sin embargo, su noche es única.
Julio y Tina asisten a un mitin del Socorro Rojo Internacional. Mediante una gran colecta, se prevé adquirir una casa-refugio para hijos de militantes comunistas asesinados o perseguidos.
A la salida, bajo los destellos de farolas y anuncios lumínicos, él acude a una cita con su coterráneo José Magriñá. Ella va a la oficina de correos para enviar a la isla un telegrama donde Julio solicita al periódico «La Semana» que desmienta la falsa noticia sobre una bandera cubana profanada por él.
La entrevista de Mella resulta tan breve, que se une a Tina en la oficina de telégrafos. Emprenden el camino a casa tomados del brazo. Tras mucha insistencia de ella, Julio refiere que Magriñá –a quien se sospecha espía de Machado– le ha advertido acerca de dos hombres que, supuestamente, desembarcaron en México con orden de asesinarlo. En realidad, lo que hizo Magriñá fue «marcar» a Julio, permitir que los sicarios le identificasen y siguieran.
En la esquina de las calles Morelos y Abraham González, la pareja dobla hacia esta última. Falta poco para las diez de la noche. Justo frente a la panadería, a solo unos pasos del número 31 —su hogar—, los detiene el sonido de dos disparos casi simultáneos —después, Tina recordaría que incluso sintió el olor a pólvora—. Antes que ella pueda reaccionar, Mella suelta su brazo y corre a la acera opuesta. La joven exclama: «¡Julio, Julio!», y va tras él. Cree percibir una sombra humana moviéndose a su espalda, pero concentra toda la atención en el hombre amado a punto de desplomarse. Cuando llega a su lado, ya está en el suelo. Apoya la cabeza de él en su regazo, y pide ayuda a gritos: un automóvil para llevarlo al hospital. Mientras se juntan los primeros curiosos, ella escucha al cubano responsabilizar del crimen a Machado, a Magriñá, a la embajada de la isla en México. Otras personas también lo oyen. Julio dice: «Muero por la Revolución» y, luego de instantes que parecen eternos, lo introducen en un auto rumbo al centro médico.
Llega muy grave. Apenas con fuerzas, reitera la acusación contra el tirano y sus agentes. Los doctores confirman que le han disparado por la espalda. Dos balas de revólver calibre 38. Una afectó el codo izquierdo y perforó un pulmón. La otra, atravesó el abdomen. Es conducido al salón de operaciones para una delicada intervención quirúrgica. En la angustia de la espera, acompañada por amigos, compañeros del partido que acudieron al saber la noticia, Tina piensa: «Si el precio es que no lo vuelva a ver nunca más, o que lo vea en brazos de otra mujer, no importa. Lo importante es que viva». Alrededor de las dos de la madrugada del 11 de enero, el cirujano le arrebata toda esperanza: Julio ha muerto.
Le permiten un instante a solas con él: el único. Pide que alguien vaya al apartamento por la cámara. Acaricia el rostro amado, lo besa y le hace una última foto. En la imagen, Julio parece dormido sobre la fría mesa de piedra, dueño de una paz inalcanzable para Tina.
La policía le entrega la ropa de su hombre: traje negro, corbata roja, suéter de color café, camisa blanca con tirantes y un grueso abrigo gris. Solo llevaba en sus bolsillos una pequeña libreta, un lápiz y un ejemplar de «El Machete»; ni un centavo. Tina debe ocuparse del entierro. Los compañeros insisten en ayudar, pero ese es otro modo de perderlo. Él y ella no volverán a estar solos. Centenares de personas, conocidas y desconocidas, acuden a la sede del partido a rendir tributo al revolucionario. Una multitud acompaña el ataúd al cementerio, rodea la tumba, denuncia al asesino y exige castigo.
Tina sufre un arresto preventivo de 48 horas, como sospechosa de la muerte de Julio. Es sometida a la reconstrucción del homicidio y a varios interrogatorios. Los agentes del orden son innecesariamente descarnados, registran y sellan su casa, filtran documentos e informaciones a la prensa sensacionalista; también, fotos en las cuales Tina posó desnuda para Weston, y Julio, para ella; quieren hacer ver el asesinato como un crimen pasional motivado por esa «italiana de vida licenciosa». Más tarde, difunden la teoría de un ajuste de cuentas entre comunistas, y acusan a Tina de complicidad. Dicen que «es hermética, dura, no derrama una lágrima, tan astuta que confunde a muchos con la ingenuidad que simulan sus ojos negros y el temblor de sus pestañas».
Es imposible mantenerse sereno leyendo los diarios de la época, pues reproducen todo eso y más. Compiten en bajezas, revelan la vida privada de una mujer indefensa, su intimidad, sus sentimientos. Publican cada detalle de los interrogatorios policiales; desnudos de Tina; los textos de la carta que Julio le había enviado a ella, y de la que Tina escribió a Xavier Guerrero; la acusan de «disoluta» y la llaman «veneciana perversa» y «Mata Hari del Comintern». Al enterarse Weston, escribe en su diario: «Pobre niña, su vida es tormentosa…».
Nota del autor:
En las últimas palabras de Mella, falta un «Te quiero» de despedida, dirigido a Tina. Es pura especulación: entre dos seres que se amaron apasionadamente, quizás bastó una mirada. Sin embargo, tan probable resulta que el cubano no haya pronunciado la frase, dadas las circunstancias, como que la dijera, y Tina preservase el mensaje de amor cual un secreto entre ella y el hombre de su vida, algo que solo perteneciera a los dos.
Fuentes consultadas:
- Dumpierre, Erasmo: Julio Antonio Mella. Biografía. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1977.
- Contrera, Nelio: Julio Antonio Mella. El joven precursor. Editora Política. La Habana, 1987.
- Pulido Llano, Gabriela; y Moreno Rodríguez, Laura Beatriz: El asesinato de Julio Antonio Mella. Secretaría de Cultura de México. Instituto Nacional de Antropología e historia. Ciudad de México, 2019.
- Hernández Serrano, Luis: Mella: muerte en flor. Juventud Rebelde, 9 de enero de 2014.
- Elizalde, Rosa Miriam: Llueve en la calle donde murió Julio Antonio Mella. Cubadebate, 18 de septiembre de 2014.
- Barckhausen-Canale, Christiane: Verdad y leyenda de Tina Modotti. Ediciones Casa de las Américas. La Habana, 1989.
- Poniatowska, Elena: Tinísima. Ediciones Era. Ciudad de México, 1992.
- De la Calle, Ángel: Modotti. Una mujer del siglo XX. Edición de Casa de las Américas, Para Leer en Libertad AC y Rosa Luxemburg Stiftung. Ciudad de México, diciembre de 2019
- Acosta Damas, Maribel: Tu pañuelo verde para cuando vuelvas, Tina. Resumen Latinoamericano, 5 de enero de 2023.
- Museo Nacional de Arte de México: Tina Modotti.
 
          




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