El «Manifiesto de Montecristi»: legado martiano para el mundo de hoy
Este trascendental documento, firmado por José Martí y Máximo Gómez el 25 de marzo de 1895, pero indudablemente redactado por el Apóstol, anunció al mundo el carácter generoso y justo de la guerra necesaria e inevitable que muy poco antes había estallado en Cuba.
De la misma manera que hoy proclamamos a la Revolución que triunfó en nuestra Patria el 1O. de Enero de 1959 continuadora de las gestas libertarias del siglo XIX, el texto declara que la guerra iniciada el 24 de febrero era una continuación de la comenzada en el ingenio Demajagua: «La revolución de independencia, iniciada en Yara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo periodo de guerra […]» y constituye «[…] la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior […]» de conquistar la independencia patria. Nadie lo ha sintetizado mejor que Fidel: «[…] en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868. Y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes».
Como guerra justa —añade el «Manifiesto…»—, es «[…] el producto disciplinado de la resolución de hombres enteros que en el reposo de la experiencia se han decidido a encarar otra vez los peligros que conocen […]» en aras de «[…] la conquista de la libertad». Como guerra generosa, «[…] no es contra el español, que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad que solo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino […]». Y más adelante expresa al respecto: «[…] No nos maltraten, y no se les maltratará.
Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad».
A 130 años de la firma del relevante documento, han variado las circunstancias: ya Cuba no es colonia de España y, por tanto, los españoles no tienen el mismo protagonismo en nuestra realidad de hoy. La guerra que enfrentamos, se desarrolla en el plano del pensamiento y no en los campos de batalla. Sin embargo, el principio no ha variado: a la potencia norteña ofrecemos respeto: «Respeten, y se les respetará».
De igual modo, la Revolución de Martí se declaraba ajena a toda manifestación de racismo: «cubanos hay ya en Cuba de uno y otro color, olvidados para siempre—con la guerra emancipadora y el trabajo donde unidos se gradúan—del odio en que los pudo dividir la esclavitud […] Solo los que odian al negro ven en el negro odio […]». En la Cuba actual, desde el punto de vista legal, no existe ningún tipo de discriminación; sin embargo, prevalecen manifestaciones de racismo, que vienen de los ya lejanos tiempos de la esclavitud y que es necesario arrancar de raíz;contra esas secuelas continuamos luchando los cubanos.
El Apóstol estaba consciente de la trascendencia para América y para la humanidad toda de la guerra que se levantaba en Cuba:
«[…] La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo».
Y eso no ha variado. No puede existir equilibrio en el mundo mientras las grandes potencias, enriquecidas a costa del sudor y la sangre de los pueblos del Sur, del robo despiadado de sus recursos naturales y humanos, no paguen la deuda contraída y contribuyan de forma desinteresada al desarrollo de los países que condenaron al atraso. Por eso, la búsqueda del equilibrio del mundo se ha convertido en propósito para lo mejor de la humanidad y nuestro Martí, en la bandera que liderea esa batalla.
El «Manifiesto de Montecristi» fue el programa de la revolución en la contienda organizada por José Martí; pero sus postulados esenciales mantienen plena vigencia a 130 años de su formulación para Cuba y para el mundo. «Manifiesto de Montecristi». Montaje Lozano
Fuentes consultadas
1-Fidel Castro: «Discurso pronunciado en la velada conmemorativa de los cien años de lucha», Demajagua, 10 de octubre de 1968, en http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/
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