Muerte de Eliseo Reyes: «un día negro»
Su vida fue breve pero intensa. El día de su muerte, el Che lo calificó como un «día negro», y dejó constancia en su Diario: «[…] Hemos perdido al mejor hombre de la guerrilla, y naturalmente, uno de sus pilares, compañero mío desde que, siendo casi un niño, fue mensajero de la columna 4, hasta la invasión y esta nueva aventura revolucionaria: de su muerte solo cabe decir, para un hipotético futuro que pudiera cristalizar: “Tu cadáver pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma”».1
Había nacido el 27 de abril de 1940 en Chamarreta, un barrio rural del municipio de San Luis, Santiago de Cuba, en el seno de una familia humilde, pegada a la tierra, y con la miseria como único futuro en aquel sistema de oprobio. Poco después, la familia se trasladó a Caridad de Bucuey, donde sus padres echaron raíces y criaron a su extensa prole, formada por 11 hijos.
Su infancia triste y mísera de niño campesino se desarrolló en medio de las limitaciones que imponía el abandono de las zonas rurales. Se vio en la necesidad de trabajar desde muy pequeño y realizar un mayor esfuerzo para estudiar, pues era un niño inteligente y deseoso de saber. Al enterarse de las acciones guerrilleras en la Sierra Maestra, su familia convirtió su casa en un campamento y, Eliseo, con apenas 16 años, se trasladó a la serranía en agosto de 1957 y se convirtió en uno más de la tropa rebelde.
La ruta tomada lo llevó, en las inmediaciones de El Hombrito, al campamento del comandante Ernesto Che Guevara, quien, al ver que era casi un niño, dudó de que resistiera los rigores de la lucha. Sin embargo, el tesón de aquel muchachito, su seriedad y disciplina hicieron que se integrara a tareas muy necesarias, primero como mensajero, hasta convertirse en un soldado de vanguardia, respetado por todos. Sus compañeros de armas lo bautizaron con el nombre de su terruño natal y, a partir de ese momento, fue conocido por todos como San Luis. Contaba para entonces con 17 años de edad.
Cuando Fidel le encomendó llevar a Santiago de Cuba un mensaje para René Ramos Latour, Daniel, sustituto de Frank País en la lucha clandestina, fue tanto su esfuerzo para cumplir la misión a tiempo que luego tuvo que permanecer dos días en cama; pero, al regresar al campamento, le esperaba la jefatura de un pelotón.
Al crearse la columna al mando del Che para extender la guerra hacia el occidente, fue uno de los seleccionados para integrarla. Así formó parte de la columna invasora no. 8 Ciro Redondo, que, junto a la Antonio Maceo, comandada por Camilo, reeditaría la heroica marcha hacia el occidente del país llevada a cabo en 1895 por Máximo Gómez y Antonio Maceo.
Llegaron al centro de la isla en octubre de 1958 y durante la campaña de Las Villas sobresalió por su coraje en las acciones más riesgosas al mando de un pelotón. Cuando triunfó la Revolución ya ostentaba el grado de capitán.
A partir de entonces, fue jefe de la Fortaleza de la Cabaña, participó en la Lucha contra Bandidos y en otras tareas. Estuvo entre los fundadores del Ministerio del Interior (Minint), del cual era delegado en la provincia Pinar del Río. Fue elegido miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).
En julio de 1966 fue seleccionado para formar parte de una misión internacionalista.
Recibió entrenamiento en San Andrés, Pinar del Río, donde se ejercitó en las prácticas de la lucha guerrillera sin saber quién sería su jefe. Integró junto al Che la guerrilla internacionalista boliviana.
En Bolivia se destacó por su combatividad y disciplina. Cayó en un combate en la finca El Mesón, entre Ticucha y el río Iquira el 25 de abril de 1967. Desde el 8 de octubre del 2000, sus restos reposan en el Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara, en Santa Clara.
Eliseo Reyes —el San Luis de la Sierra o el Rolando de la guerrilla— fue un joven que supo responder al llamado de la Patria y ofrecer su ejemplo a las nuevas generaciones de cubanos y latinoamericanos.
Bibliografía:
1 Ernesto Guevara: El diario del Che en Bolivia, Editora Política, La Habana, 2003, p. 191.
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