ANTONIO Y JOSÉ

23 de Septiembre de 2025

Pie de Foto.Escuela Interarmas de las FAR "General Antonio Maceo"

José Antonio de la Caridad Maceo Grajales y José Marcelino Maceo Grajales tienen mucho en común: desde que comparten el primer nombre y que compartieron sus vidas: eran estrechamente contemporáneos. Antonio nació en 1845, y José en 1849. La diferencia es de tan solo 3 años y poco más de 8 meses. Para más señas, compartieron la misma crianza: ¡La crianza de Mariana Grajales y de Marcos Maceo!

 

Son incontables las circunstancias en las que juntos se vieron envueltos. Muchas de ellas heroicas. Otras trágicas. También, de tipo político, social o familiar.

 

Mención a parte merecen la Guerra de los Diez Años, la Tregua Fecunda y la Guerra Necesaria. Ambos se alzaron horas después del 10 de octubre de 1868. Ambos participaron juntos en decenas de acciones combativas. Ambos,en diferentes circunstancias, se salvaron la vida. Al unísono repudiaron los más diversos actos de indisciplina que se produjeron en la manigua, como las sediciones de Lagunas de Varona (26 de abril de 1875) y Santa Rita (11 de mayo de 1877).

 

Se podría hacer alusión a hechos de armas como los de Rejondón de Báguanos o Naranjo-Mojacasabe; sin embargo, por su connotación —al dar una medida del amor que se profesaban Antonio y José— sobresalen: los combates del cafetal La Indiana (12 de agosto de 1871), Mangos de Mejías (6 de agosto de 1877), Peralejo (13 de julio de 1875) y Sao del Indio (31 de agosto de 1895).

 

En La Indiana, Antonio se negó a retirarse cuando Gómez lo ordenó: le solicitó permiso para rescatar a José, herido entre las posiciones españolas. Y lo rescató. Cuando supo que en Sao del Indio, José estaba en medio de mucho peligro, fue y lo auxilió. Y derrotaron a una fuerte columna española.

 

En Mangos de Mejías (cerca de Barajagua, actual municipio de Cueto), de las 26 heridas de arma de fuego que recibió Antonio —a lo largo de su vida— sintió sobre su cuerpo el impacto de ocho proyectiles. No creo que haya muchas personas en el mundo capaces de soportar tantas heridas de ese tipo y, de una sola vez, ocho.

 

A partir de esos instantes la persecución española, para capturar a tan ilustre herido, fue feroz. Pero... José se lo impidió: se refugió con su hermano queridísimo en el monte y lo salvó. La película Baraguá, de José Massip, recrea muy bien esos trágicos momentos.

 

En Peralejo José no estuvo con Antonio. Según narra José Miró Argenter, en Crónicas de la Guerra, a Antonio no hubo jamás quien lo convenciera de que Martínez Campos se le escapó hacia Bayamo porque José no estaba con él.

 

Antonio y José no eran solo hombres de armas. Eran, también, hombres políticos. Por eso estuvieron juntos, como principales protagonistas, en la Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878. Acto que, al decir de José Martí, en carta a Antonio, el 25 de mayo de 1893: «...es de lo más glorioso de nuestra historia».

 

Es significativo, también, la presencia de ambos titanes de bronce —como los llamó Manuel Sanguily Garrite, en su discurso del 10 de octubre de 1895 y que Manuel de la Cruz publicara, en el periódico Patria, el 12 del propio mes— en la batalla de Las Guásimas , entre el 15 y el 19 de marzo de 1874. Acción que tiene, entre sus rasgos más significativos, que fue la única batalla que se llevó a cabo en Cuba en el siglo XIX; que fue la más grande de todas cuantas hubo en las guerras por la independencia de Hispanoamérica (España tuvo 1037 bajas) y; que en ella Antonio Maceo actuó, por orden de Máximo Gómez, al frente de la infantería villareña.

 

Estos dos hermanos son paradigmas: en patriotismo, en valentía, en consagración y en firmeza. Pero, sobre  todas las cosas, por sus inmaculadas conductas. Lo único que se les podría «reprochar» es que, según todos los que tuvieran el privilegio de combatir a su lado, es que eran intransigentes y que se mostraban irascibles y fieros, cuando tenían al enemigo enfrente. Ah, y su voluntad indoblegable: para combatir tantos años, en las condiciones que lo hicieron, hace falta ser un Titán y un León. Ambos accedieron al más alto grado militar que se otorgaba en el Ejército Libertador: mayor general. En una Cuba esclavista y racista... Pero, sus méritos y sus capacidades son tan grandes como un templo.

 

Martí le diría a Antonio, en carta del 20 de julio de 1882: «No conozco yo, general Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que usted». A José Marcelino, también en una misiva, del 3 de noviembre de 1894, lo llama hermano.

 

La muerte de José perturbó hondamente a Antonio, cuando lo que eran solo rumores se convirtieron en realidad. Así lo narran José Miró Argenter, en sus crónicas de la guerra (Letras Cubanas, 1981, a partir de la Pág. 336) en el capítulo titulado: José Maceo.

 

También, Alexis Carrero Preval, en: «Repercusión de la muerte del general José Maceo».

 

El legado de estos dos hombres no se quedó allá en el siglo en que vivieron. Ha perdurado y perdurará. La Escuela Interarmas de las FAR "General Antonio Maceo" (7 de febrero de 1963) y la Escuela Interarmas de las FAR «General José Maceo» (15 de septiembre de 1989), ubicadas en el occidente y en el oriente de Cuba, respectivamente, son buenos ejemplos. Entre ambas existe una hermosa y fraternal rivalidad: en los bloques, en las grandes ceremonias militares; en los juegos deportivos entre las universidades militares del país o como cuando compitieron, entre sí, en el programa televisivo Encuentro con Clío.

 

La hermandad se acentúa con la presencia de graduados de una escuela formando parte de los cuadros de mando o del profesorado de la otra y viceversa. También en el cumplimiento de misiones internacionalistas, en las que egresados o miembros de ambas instituciones docentes de nivel superior han compartido la misma trinchera.

 

 

 

 

 

 

  • Pie de Foto. Escuela Interarmas de las FAR "General Antonio Maceo"

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