En Verde Olivo viví momentos buenos

09 de Noviembre de 2021
Silvio Rodríguez. Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

Silvio Rodríguez. Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

 

Salgo en la mañana para una cita con Silvio Rodríguez: quizás la mayor escaramuza periodística de mi vida profesional, recién nacida.

 

Los nervios a flor de piel y la risita intranquila no se aíslan hasta la puerta de los Estudios Ojalá. El poco sueño de la noche anterior tal vez por la excitación, o los años, que traen su cuota de insomnio– hace de los pies y la mente una masa compacta y pesada, pero siento volando al corazón, y con esto puede que baste.

 

Por fin, el término de la agonía. Entra sin presunción, dejando asomar los 17 años en la mirada y sus musas, sometidas siempre al antojo de los seguidores. Esta es la fe que necesito para creer que mi inexperiencia no será la causa de un encuentro dificultoso que, paradójicamente, presiento encantador.

 

Además, el uniforme verde olivo me hace recordar que cuando nuestro entrevistado debutó en la televisión cubana, al día siguiente de haberse licenciado del Servicio Militar, tenía puestas aún sus botas de soldado. Hoy, más que el calzado de recluta inquieto, lleva consigo un espíritu juvenil que no se aviene a sus años. Sesenta cumpleaños cercano en el que recibió, de manos del General de Ejército Raúl Castro Ruz, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la réplica del yate Granma, máxima distinción que otorga esta institución.

 

«Fue un excelente regalo de cumpleaños, cuando cumpla los otros sesenta lo voy a recordar muchísimo. Yo no sabía que me iban a dar la réplica del yate Granma, me enteré ahí. La noche anterior, como a las once, Abel Prieto me llamó diciéndome que Raúl me quería ver en el ensayo del desfile militar para felicitarme por mi cumpleaños. Entonces fui a saludar al Ministro, pero no sabía que me iban a dar el yate Granma ni nada».

 

Nacido en 1946, Silvio fue madurando y definiendo su carácter al calor de un período convulso de consolidación de nuestra Revolución.

 

“Una cosa cotidiana de aquellos tiempos, era que constantemente se exaltaba a los cubanos, que éramos todos, la gente común, de la calle, sencilla, que lo mismo nos íbamos a hacer un trabajo voluntario que a una trinchera a esperar una invasión. Ese tipo de épica, ese tipo de situación era lo más común, se daban constantemente, había agresiones, había tiroteos, desembarcaban por nuestras costas… Vivíamos en medio de tensiones, y un poco como que nos acostumbramos a crecer en medio de esas tensiones, y nos fuimos haciendo hombres en medio de ellas, y se hizo una cosa cotidiana.

 

No quiere decir, por lo menos en mi caso, que no tuviera miedo, yo siempre tuve miedo de perder la vida, de que me pasara algo, pero bueno, estábamos conscientes de que había que defender el país y que había que ponerse por encima de esos miedos, de esos temores, ¡y lo hacíamos!”

 

Entonces la contradicción inevitable entre lo que proyectan sus canciones y la reciente afirmación de que aunque hubiera querido incorporarse a la lucha en la Sierra, no sabe si hubiese tenido el valor para hacerlo. ¿Cómo es posible oír esto de un hombre cuyas canciones son impulsoras de liberación, heroicidad y sacrifico? Al momento, una respuesta tal vez poco convincente para los Silvio practicantes, pero autonómicamente humana.

 

«Nunca he sido fanfarrón, prefiero hacer las cosas y después ver si las hice o no las hice, a decir: yo voy a hacer esto y lo otro… Puede que los cubanos, y no todos, algunos cubanos, estemos acostumbrados a anunciarnos constantemente antes de hacer las cosas. Yo soy un poquito diferente en este sentido, y con esto no creo que estoy traicionando nada esencial del cubano, creo que hay muchos cubanos que son también como yo y que han sido así a través de la historia, y es que preferimos primero hacer las cosas, sin fanfarronerías, sin alardes, con más sencillez».

 

¿Acaso esa sencillez es la causante de la facilidad con que ya hemos podido imaginar a Silvio Rodríguez con botas y atuendo militar? Sencillamente de verde, alardeando solo de ser un soldado más de una unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Desbordándosele el espíritu guerrillero que tienen los héroes intemporales. Y no hablo de héroes de gestas libertadoras solamente, sino de los de las contiendas diarias, que emprenden las batallas de la vida y triunfan desde la candidez de una canción.

 

«El que canta es un cronista, y uno lo que canta es lo que considera hermoso. Las canciones generalmente son mucho mejores que el que las canta. Así son los artistas, los artistas sueñan, cantan las epopeyas, no quiere decir que estén aptos para ellas, tienen otra función en la sociedad, a veces las epopeyas las hacen unos y los artistas tienen la función de cantarlas».

 

Pero más que plasmar la huella de otros en sus canciones, ha tenido Silvio participación en acontecimientos relevantes de la historia cubana. Para empezar, con solo catorce años se incorporó a la campaña de alfabetización.

 

«Fue una cosa con la que había mucho embullo, todos los jóvenes queríamos hacerlo. Algunos no pudieron porque eran tan jóvenes…, o sus padres no quisieron. Hubo tremendo lío en mi familia por eso, mi madre no quería, mi padre fue el que insistió en que había que dejarme ir.

 

«Lógicamente, hasta ese momento yo era casi un niño, o un niño, catorce años. La vida cambió a partir de ese momento para mí, porque ya cuando uno sale de su casa a participar en una cosa de envergadura nacional, de una epopeya de ese tamaño, pues ya deja de ser el mismo. Después de la campaña lo primero que hubo fueron las movilizaciones, muy comunes por esa época, y los que habíamos estado alfabetizando, nos convertimos entonces en milicianos».

 

También estuvo en la República Popular de Angola en 1976, suceso que recuerda con el orgullo de haber ofrecido su ayuda internacionalista como combatiente, antes que como artista.

 

«A  Angola fui como combatiente, y me dieron la misión de cantar. Fui como combatiente porque quise, yo hice mi cola en uno de los lugares de reclutamiento donde la gente se iba a inscribir, y en el Minfar se enteraron de que estaba tratando de ir y me seleccionaron. Hice los dos meses de entrenamiento militar. Ahí empezamos a coincidir varios artistas, y salió la idea de hacer una brigada artística. En mi caso estábamos Vicente Feliú, el mago Ayra y yo, después se nos sumó el cuarteto Los Cañas. Estuvimos juntos por Cabinda y por el Sur. Realmente ninguno de nosotros fue a cantar a Angola, nos pusieron a cantar. Éramos guardias, teníamos chapilla de identificación.

 

“Allí tuve un privilegio, que fue moverme constantemente, porque muchos otros, la inmensa mayoría de los cubanos, llegaban a una unidad y se quedaban allí, y vivían poco la realidad angolana. Nosotros tuvimos el privilegio de recorrer el país completo, de estar en todos los frentes, en todas las unidades. Eso es un privilegio sin lugar a dudas, entre otras cosas, porque es mucho menos aburrido. No es lo mismo estar sembrado en un lugar, en cuatro varas de tierra, sin moverte a ningún lado, a llegar al frente Sur, como nos pasó a nosotros, y que nos dieran una guagüita, un módulo de primeros auxilios, siete mil tiros de AK, dos lanzacohetes, un mapa, y nos djeran: ustedes mismos son los choferes, estas son la unidades cubanas, ¡arriba!

 

 

«¡Eso es un privilegio!»

 

Tras el objetivo de nuestro trabajo, el paso de Silvio por las FAR, y entre pregunta, chiste y sonrisa que nunca le había visto tan de cerca, llegamos al Servicio Militar y sus peripecias. Las travesuras típicas de un adolescente, que no obstante su corta edad, sabía muy bien lo que quería y debía hacer. A partir de ahí, sus vínculos de por vida con las Fuerzas Armadas.

 

“Desde antes de entrar al Servicio, ya uno tenía cierta preparación militar, había tomado algún fusil, había hecho alguna práctica de tiro… Yo me hice miliciano un 15 de abril en las milicias estudiantiles. Y me acuerdo que en el '62, cuando la Crisis de Octubre, estaba en el semanario Mella, y hacía guardia todas las noches allí con un máuser.

 

«Además, pasamos varios entrenamientos donde nos arrastrábamos entre el fango, nos enmascarábamos… Yo estaba claro de que tenía vocaciones artísticas, y cuando entré a las Fuerzas Armadas me di cuenta de que todo eso se estaba tronchando, ¡pero no entré a regañadientes! Era joven, pero con un alto grado de politización, por mi padre, que era un hombre muy patriota, y también por haber estado en el semanario Mella, donde conocí a combatientes antibatistianos como Virgilio Martínez, que después fue mi profesor de dibujo. Hombres que habían combatido a la dictadura, que tenían una formación marxista, que habían sido perseguidos…
Por el vínculo con esas personas, ya a los quince años yo era un joven muy consciente, por eso cuando me llamaron a fila, a pesar de darme cuenta de que me estaba tronchando lo que quería hacer, no fui de mal grado, a regañadientes, lo hice pensando que era algo que tenía que hacer».

 

 

Los recuerdos llegaron sin invitación y fueron muy bien recibidos por el anfitrión y los demás, que prestábamos una atención imperturbable.

 

«No hace mucho me encontré con un compañero que estuvo en las Fuerzas Armadas conmigo, testigo de varios cambios de unidad que tuve que hacer en esa época, y él me recordó una cosa de la que no me acordaba, y es que yo en vez de llevar de una unidad a otra, cuando me cambiaban, ropa o algo de eso, lo que llevaba era una enciclopedia que tenía atada con una soguita. No me acordaba de eso, es cierto, andaba por las unidades militares con la enciclopedia a cuestas. Era increíble, pero era así, porque lo que me gustaba era leer y aprender, y como en esos años trabajé en varias publicaciones militares, tener la enciclopedia cerca me ayudaba mucho».

Del Servicio Militar nos habló también desde su mirada de adulto y cubano, por encima de cualquier condición. “El Servicio Militar surge por la necesidad de renovar el personal de las FAR, y nosotros necesitamos tener unas Fuerzas Armadas preparadas porque estamos amenazados constantemente.

 

«El Servicio Militar es importante mientras que nuestro país sea un país amenazado. Cuando dejemos de ser amenazados, cosa que espero suceda algún día, aunque estoy casi seguro de que yo no lo voy a ver, el Servicio Militar yo creo que ya no va a tener razón de ser, únicamente que se transforme en una parte de la formación de los jóvenes, que se adecue esa experiencia de forma tal que le permita a los jóvenes hacer cosas extraordinarias, como ampliar su contacto con la naturaleza…».

 

Sin alejarnos del tema de la plática, Verde Olivo adquirió un protagonismo sorprendente: la terraza donde nacieron las canciones con que debutó como cantautor; los compañeros, jóvenes de aquel entonces, hoy hombres con mucha experiencia; el trabajo como diseñador; y los mejores momentos de esta etapa.

 

 

«Cuando estuve en Verde Olivo se me aplicó con todo rigor la disposición que había de no dejar salir a los reclutas. Yo estaba ahí en el centro de La Habana, a tres paradas de mi casa... Así estuve un año y medio ahí, no era fácil para un muchacho de 19 años, entonces, la azotea…, se iba todo el mundo, se quedaba el oficial de guardia y los dos o tres reclutas que estábamos allí. Lógicamente me sentaba en la azotea a mirar hacia La Habana, que era donde deseaba estar.

 

«Recuerdo muchas cosas agradables en la revista. En Verde Olivo viví momentos buenos, lo que pasa es que cuando uno es joven no se da cuenta, uno no percibe la felicidad ni las cosas gratas. Fueron muchos buenos momentos porque aprendí cosas sobre mi trabajo. Pavón, que fue muy bueno conmigo, cuando supo que escribía versos, me insistió mucho para que mandara los trabajos a un concurso de literatura que hubo en las FAR por esa época, incluso me sacó del trabajo. Me dijo: tienes dos días para armar el libro y mandarlo. Pero yo no lo armé y cuando se venció el plazo de admisión me preguntó y le dije: no, porque esas cosas que escribo no me gustan. Ahí fue cuando me dijo que tenía veinticuatro horas para hacerlo. Prácticamente me obligó y lo mandó él personalmente. Ese año se declaró el premio de poesía Desierto, dieron dos menciones, la primera fue la mía.

 

«En Verde Olivo yo trabajaba en el departamento de Diseño. Lo que hacía era diseñar, emplanar algunas páginas de la revista, no todo, porque eso nos lo compartíamos, pero yo hice bastante, porque llegué a coger mucha habilidad en ese trabajo. Hacía viñetas para algunas secciones, también hice periodismo, escribí un poquito, incluso con fotos hechas por mí. Hice de todo en la revista, y considero que sí fue una buena experiencia pasar por allí…”.

 

De tanto memorar sus presentaciones ante el público compuesto por periodistas y fotógrafos de la revista, hablar de compañeros como el viejo Cazañas, de las fotos y los reportajes que publicó, casi olvidamos el misterio de la unión con la guitarra para ser escuchados siempre somos los menos, por eso yo siempre digo que estamos como en la cúspide de una pirámide, donde hay muchos esfuerzos humanos, mucho sudor, mucha angustia acumulada, mucha injusticia también metida por ahí, y que los que estamos en la cúspide de esa pirámide somos, realmente…, ¡no es que seamos excepcionales!, sino que vivimos la excepción, la suerte de ser vistos, de ser escuchados, de ser atendidos.” Cerca de dos horas duró el encuentro con Silvio Rodríguez. Ya sin nervios, pero con la zozobra de si se repetirá.

 

¿El desvelo?, me dura todavía. Pero hasta hoy flotan los pies solo de pensar en cómo se convirtió la presunta escaramuza, en trabajo gratificante. Y como él mismo dijo, para sus próximos sesenta lo estaremos esperando con otra réplica; esta vez la del agradecimiento, el amor, y la palabra que no fue verde, pero apareció a la sombra del color de la esperanza.

 

«Yo no tenía la más mínima perspectiva de ocuparme de la guitarra de una manera profesional. Empecé a tocar la guitarra para entretenerme, me aburría mucho por las noches en los campamentos militares como podrás imaginarte. A pesar de  mi enciclopedia, leía un rato, pero al rato ya estaba loco, y entonces tomaba la guitarra. A veces me entretenía mucho y salía del campamento, cruzaba par de cercas y me sentaba solito a tocar. Así fue que aprendí a tocar la guitarra, solo todas las noches. Y empecé a componer canciones también. Pero ni mis compañeros de armas, ni yo, tomábamos muy en serio esa actividad, fueron otras personas quienes me llamaron la atención sobre las canciones que hacía, porque realmente lo hacía por entretenerme, no porque tuviera alguna ambición con estas…”.

 

La ambición, si llegó, lo hizo bien enmascarada, pues es lo menos que nos ha proyectado Silvio en cada una de sus canciones; esas en las que él mismo confesó “tenía poca fe”. ¿Y de la fe?, pudiéramos decir que está respaldada por sus seguidores, sus éxitos y algunos reconocimientos como la Medalla por el Servicio Distinguido conferida por el Ministro de las FAR a trabajadores civiles y militares de la cultura, la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez, y la réplica del yate Granma. Lo demás, se lo atribuye a la suerte de ser –modestamente – uno de los elegidos para representar a las multitudes.

 

«Este es un mundo, en muchos sentidos, muy injusto. Hay mucha gente con talento que no consigue ser escuchada. Y hay mucha gente que se queda en el camino, y los que conseguimos ser escuchados siempre los menos, por eso yo siempre digo que estamos como en la cúspide de una pirámide, donde hay muchos esfuerzos humanos, mucho sudor, mucha angustia acumulada, mucha injusticia también metida por ahí, y que los que estamos en la cúspide de esa pirámide somos, realmente…, ¡no es que seamos excepcionales!, sino que vivimos la excepción, la suerte de ser vistos, de ser escuchados, de ser atendidos».

 

Cerca de dos horas duró el encuentro con Silvio Rodríguez. Ya sin nervios, pero con la zozobra de si se repetirá. ¿El desvelo?, me dura todavía. Pero hasta hoy flotan los pies solo de pensar en cómo se convirtió la presunta escaramuza, en trabajo gratificante...

 

 

  • Nacido en 1946, Silvio fue madurando y definiendo su carácter al calor de un período convulso de consolidación de nuestra Revolución. Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

     

  •  Silvio ha tenido una participación en acontecimientos relevantes de la historia cubana. Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

  • Recibió la réplica del yate Granma. Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

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