El secreto de Carlitos: enseñar con cercanía y pasión
Carlos Adrián Carvajal Cutiño es un profesor de 24 años. La Química es su pasión, lo cual demuestra en cada gesto y palabra que pronuncia. El carisma que posee contagia a quienes les rodean, sus alumnos no son la excepción.
Como método de enseñanza establece la conexión con los estudiantes de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos (EMCC) de Mayabeque, donde imparte docencia. Esa cercanía generacional les permite sentirse cómodos en las clases.
«Me ven como un amigo —dice —, aún cuando prima el respeto logramos estrechar vínculos, pues sus intereses son similares a los míos».
En el aula transforma su ingenio. Con creatividad convierte cada turno en interesante y atractivo; por eso logra entre experimentos y demostraciones que los elementos químicos cobren vida ante los ojos de sus discípulos. Entonces consigue que, incluso, los temas más complejos sean fáciles de entender.
Sin embargo, lo que más destaca de Carlos es su historia. Él fue camilito en la escuela donde actualmente labora y devuelve los saberes que allí adquirió. Pero, ¿cómo llegó a la EMCC de Mayabeque?
Relata que en la secundaria básica de Güines donde estudiaba se interesó en la vida militar. Así transitó por el proceso de captación y selección de los aspirantes.
Una vez que ingresó a la EMCC se alió a un «mentor», se refiere al profesor Omel Hernández Llano. «Fue mi guía para interesarme por esta especialidad que hoy me enamora. Me enseñó que, para ser alguien en la vida, debía encontrar una verdadera vocación e inspirado en él encontré la mía: la Química», comenta Carlos.
Nos cuenta que tras graduarse en la Universidad Enrique José Varona, regresó a los camilitos para impartir esta disciplina y el profesor que lo influyó hoy es su compañero de trabajo.
Mientras conversamos, Carlos Adrián recuerda esa duda que lo abordaba. ¿Cómo sería al retornar a la misma escuela pero en otro rol? Lo que sucedió entonces lo explica ese tutor: «Es extraño porque, además, te observan como si fueras el maestro, y a veces por mucho que tú quieras confraternizar te siguen viendo de ese modo. Lo principal es que estoy contento de haberle generado esa motivación a Carlitos y a otros que también se interesaron por la materia que imparto. Dentro de algún tiempo son ellos los que formarán a otras generaciones. De ese modo, siempre habrá continuidad en la educación cubana», refiere Omel Hernández Llano.
En este sendero Carlos fortalece su pasión por la enseñanza. Conoce el valor del conocimiento, eso contribuye a que otros lo adquieran. Su juventud es la fortaleza que lo acerca a sus estudiantes, inspira confianza, empatía y los motiva a ser mejores. Sin embargo, sabe que «ser maestro no es fácil, para lograrlo de manera efectiva es preciso ir más allá del contenido de la asignatura y ganarse el respeto y la admiración del colectivo docente».
Con esta premisa, el joven profesor no solo se ha convertido en un educador querido por sus alumnos. Además es el secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas en la escuela. «Al tener esta responsabilidad socializo bastante con los muchachos; ven en mí el profesor al que pueden hacerle preguntas sobre la vida… ».
Carlitos también es un hijo agradecido y un hermano cariñoso, no solo vive junto a éste sino que lo tiene bien cerca, como estudiante de décimo grado en la misma escuela.
En el hogar le acompañan sus padres; el progenitor jubilado de albañil y la madre, ayudante de limpieza en un hospital de Güines. A ellos les agradece todo lo que han hecho por él y su hermano, a la vez que se esfuerza por ser un buen ejemplo y retribuirles su incondicional entrega.
Le pregunto a Carlitos, que ya fue camilito, si existe diferencia entre la vida cotidiana de los jóvenes que estudian en estas instituciones y quienes lo hacen en otros centros de enseñanza. Presuroso responde: «Sí, al entrar aquí cambié mi personalidad por completo, para bien. Viví la satisfacción de llegar a mi localidad y que todos me saludaran al verme vestido de camilito. Considero que ese mismo es el orgullo que alberga cada uno de los que estudiamos en las EMCC».
Lleno de energía y pasión por su trabajo lo que más enorgullece al pedagogo es haber encontrado su verdadero camino. Asegura que seguirá formando a futuros ingenieros, médicos, arquitectos y demás profesionales que saldrán de esta escuela. «Tengo la certeza de que no quiero solamente cumplir mi servicio social, sino seguir mi vocación como profesor aquí».
La juventud y pasión de Carlos Adrián por la enseñanza lo hacen destacar en la EMCC Mayabeque, donde seguramente dejará una huella imborrable en la vida de cada uno de sus alumnos.
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