Vilma, siempre audaz
Hace catorce años, y parece que fue ayer, cuando la noticia de su muerte parecía irreal. A más de una década de su fallecimiento sus recuerdos se mantienen intactos.
En ella se resumen: luchadora de la clandestinidad, combatiente de la Sierra Maestra, Heroína de la República de Cuba, pero, en especial, su constante batallar por los derechos de las mujeres para instituir su igualdad y empoderamiento en la sociedad y las leyes cubanas.
No debió ser fácil, en un país que vivía un machismo arraigado considerablemente en su idiosincrasia. Pero ella creyó y luchó por la justicia plena de las féminas, desde los primeros tiempos. Incluso, su propia profesión: Ingeniería Química, burlaba cualquier estereotipo que enemistara a las señoritas con las ciencias puras.
Tras el triunfo de la Revolución y la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas, aquel 23 de agosto de 1960, defendió sin descanso la postergada igualdad de género con respeto al origen social y racial. Desde su desempeño institucional, consagró hasta el último minuto de su vida a brindar voz a las mujeres cubanas, al defender sus derechos desde una posición valiente y vanguardista.
Trabajó con arrojo y abnegación, para contribuir a realizar la revolución dentro de la Revolución, que representaban las compañeras en aquellos tiempos nuevos. Entendía que, para avanzar, era preciso ampliar horizontes de pensamiento.
Ejemplo de ello es que ante las constantes amenazas, agresiones y sabotajes del gobierno de los Estados Unidos, las cubanas pidieron organizarse, participar, defender la nación. Estaban decididas a ser protagonistas del proceso, y así lo hizo saber Vilma.
Esas que no salían de la casa, llenaron las calles. Convocadas por la organización femenina, atendieron a los niños abandonados, se incorporaron como maestras en las escuelas, se graduaron de enfermeras, se formaron en corte y costura, fueron a los trabajos voluntarios, empuñaron fusiles, integraron las milicias. En fin, respondieron a cuanta convocatoria se hacía, rompiendo esquemas.
Apenas se pueden imaginar, las confrontaciones en el mismo centro de la familia, cuando alguna muchacha enarbolaba el discurso de igualdad defendido por Vilma. ¡Y qué decir de iniciarse en la vida militar!
Pero con el mismo orgullo que defendieron sus ideales Celia, Haydée, Melba y Las Marianas en la Sierra Maestra, comenzaron a llenarse las unidades de féminas de todo el país. Entonces, los trajes verde olivo resplandecieron con sus sonrisas y cada misión se convirtió en un reto para ellas: las más osadas, valerosas, perspicaces…
Así, las jóvenes soldados comprobaron sus propias posibilidades y se convencieron de cuánto eran capaces. Con preparación y arrojo, ganaron respeto, prestigio, autoridad y se hicieron tanquistas, pilotos, marinas, armamentistas, infantes, artilleras…
Por lo tanto, si el singular desvelo de Vilma no solucionó todo, dejó un buen camino adelantado. Mostró que detrás de cada mujer, hay muchas. Ella misma resultó varias: la combatiente y fiel colaboradora de Frank País, la compañera de vida de Raúl, la amiga inquebrantable de Fidel, la madre, la colega de trabajo, la federada.
Queda mucho por hacer, es cierto. Mas hoy, en la mujer independiente, a la vanguardia en cada tarea titánica, capaz de despojarse de estereotipos y roles frívolamente asignados, hay un aliento de esta Heroína. El resto queda por nosotras.
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