Era la herida de bala número 18. Pero el proyectil que impactó en su cabeza fue mortal. Sin embargo, él luchó durante varias horas más por su vida. No por gusto lo llamaban el León de Oriente.

Cumplía así el Mayor General José Marcelino Maceo Grajales con el juramento hecho en octubre de 1868, a su madre Mariana Grajales, quien exigió a todos los Maceo, a arrodillarse ante la cruz y jurar: luchar y morir, si fuera necesario, por la libertad de la Patria.

Transcurría el 5 de julio de 1896 y fue en la batalla de Loma del Gato donde este valeroso mambí de 47 años, fue derribado por una bala imprudente ante la sorpresa de sus subordinados, quienes lo sabían inmortal.

Él era el mayor de los Maceo Grajales y peleó por la independencia de Cuba en las tres guerras contra España. Conocía como nadie el campo insurrecto donde alcanzó los mayores honores y de soldado, llegó a ostentar los grados de Mayor General del Ejército Libertador.

Allí en la manigua, sus dotes como guerrero fueron demostrados en el uso que hacía del fusil, pues tenía popularidad como experto tirador; en el ágil manejo del machete; en su destreza como jinete; características que acompañaban la madurez de su pensamiento.

Así lo demostró en los más de 500 combates en los que participó, entre ellos: La Indiana, La Galleta, el Jobito, Pinar Redondo, Majaguabo, San Luis, Dos Caminos, Sao del Indio, el Triunfo, Cauto Abajo, Mayarí, Arroyo Hondo, Sagua de Tánamo, Songo, La Curia, Maibío, Altos de Ampudía, Altos de Santiago, El Caney... los cuales, no solo le permitieron acumular una extensa hoja de servicios, si no varias cicatrices en el cuerpo.

“Era un hombre tremendo -afirmó el brigadier José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo- valiente hasta lo inverosímil, arrebatado, colérico, fiero y testarudo, siempre con diez pasos por delante de la vanguardia”.

Por estas cualidades, fue uno de los patriotas que formó parte en el Pacto del Zanjón, y nunca se convenció de la paz sin independencia que proponía el fin de la Guerra de los Diez Años.

Entonces no asombra que el inicio de la Gesta Necesaria, organizada por José Martí lo encuentre otra vez junto a su hermano Antonio y otros patriotas con los que desembarcó por Duaba, Guantánamo, el 1ro de abril de 1895.

Mas las circunstancias difíciles nuevamente lo pusieron a prueba, cuando quedó solo y rodeado de enemigos durante 10 días, en los cuales buscó a las fuerzas cubanas por las lomas de Baracoa. En aquel momento, sobrevivir constituyó una verdadera hazaña.

Sin embargo, su valentía siempre se impuso. Por ello su nombramiento al frente del Departamento Oriental constituyó un reconocimiento a sus estrategias y arrojos, ante las peores condiciones impuestas por el enemigo.

El Generalísimo Máximo Gómez, al saber de su muerte en combate, escribió en carta a su esposa Bernarda Toro, Manana: “Era preciso haber conocido bien a fondo el carácter de aquel hombre sin dobleces, y de rústica franqueza para poder estimarle y estimar su cariño cuando lo demostraba. El general José era todo verdad y por eso para muchos aparecía amargo […] Descubrí en él la grande y noble gratitud del león que la historia cuenta y entendía la grandeza de su valor admirable e intrépido cual ninguno”.