Cuando Mariano Martí y Leonor Pérez contrajeron nupcias, no imaginaron que su primogénito se convertiría en el cubano más universal de todos los tiempos. En la calle Paula, situada en La Habana, culminó la dulce espera de la pareja y el 28 de enero de 1853 se asomó al mundo José Julián Martí Pérez: el Héroe Nacional de Cuba.

La condición de hijo de un matrimonio español permitió que, desde muy pequeño, recibiera la educación elemental que se ofrecía a un niño de la colonia; destacándose de manera especial en lo referente al idioma materno y la escritura.

Desde muy joven se identificó con las ideas independentistas y después del estallido de la Guerra de los Diez Años se afianzó su actividad revolucionaria, primero con la publicación de El Diablo Cojuelo y luego con la revista La Patria Libre, en la que vio la luz su poema dramático Abdala.

Sus escritos, considerados sediciosos, fueron causa fundamental de la condena a prisión con trabajo forzado por un período de seis años. En el presidio quedó marcado para siempre su cuerpo, pero también su alma. Finalmente, el destierro a España resultó la conmutación para su pena.

Martí pasó la mayor parte de su vida peregrinando desde el destierro. Visitó numerosos países de la América Latina, el Caribe y Europa, además de vivir durante un tiempo prolongado en los Estados Unidos, lugar desde donde organizó la gesta revolucionaria que llamaría Guerra Necesaria y fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC) como órgano aglutinador de los esfuerzos independentistas.

Esta etapa representó para el Apóstol una fase de maduración cultural e ideológica en áreas claves como la economía y la política, dando lugar al descubrimiento crítico de las realidades y problemas sociales de América Latina, así como sus potenciales amenazas, centrado en la creciente agresividad norteamericana y sus conflictos políticos internos.

Después de una turbulenta actividad independentista y numerosos e invaluables artículos literarios y periodísticos, regresó a la Isla. Su llegada a costas cubanas junto a Gómez desencadena una poderosa insurrección. Poco tiempo después una bala enemiga cegó su prolífera y corta vida el 19 de mayo de 1895. Cayó en combate de cara al sol, como había deseado.

El Maestro poseía una repulsión radical a cualquier violación de los derechos humanos. Su temprana sensibilidad social y política dio lugar a que asumiera posturas reivindicadoras de derechos a todos aquellos cuya dignidad les era vulnerada. A 169 años de su nacimiento el legado martiano está presente en Cuba y el mundo. Vive a través de sus escritos alegóricos a la libertad y a la lucha incansable por obtenerla.