Mártir de la vanguardia defensiva
Tenía apenas 17 años cuando balas soberbias, disparadas desde la ilegal base naval norteamericana de Guantánamo le arrancaron la vida. Él solo cumplía con el servicio de guardia en la posta 44 y su asesino no le dio tiempo a protegerse en la trinchera. Era el 19 de julio de 1964.
Hacía poco más de un año que el soldado Ramón López Peña, integraba el Batallón Fronterizo (actualmente Brigada de la Frontera). Estaba allí por su buen desempeño en la División 50 (Mangos de Baraguá) y en la Lucha Contra Bandidos, dos de las misiones más importantes tras su incorporación a las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) y posteriormente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Joven afable, cumplidor con sus tareas y con magníficos resultados en la preparación política y combativa, aseguraron sus compañeros que eran cualidades distintivas de esta nueva víctima de la insolencia imperialista, quien soñaba con integrar las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas que se gestaba en la institución militar.
Cuentan que ese fatídico domingo, al llegar a su puesto de defensa y notar las diversas provocaciones de los marines yanquis contra sus colegas, supo que habría “jodedera” y así lo comentó, por ello, cada agresión enemiga fue debidamente informada al mando cubano.
Tras las piedras, los gestos ofensivos y las palabras obscenas provenientes de suelo norteamericano, llegaron las primeras ráfagas de disparos, las cuales hicieron surco frente a las botas de López Peña. Sin tiempo para resguardarse llegaron las siguientes detonaciones que esta vez impactaron en su cuerpo y la que traspasó su cuello resultó fatal.
Ante tales acontecimientos, relatan que al ser avisada su madre Eunomia, se llevó las manos a la boca, cerró por un instante los ojos para contener el dolor, se vistió de miliciana en homenaje al hijo asesinado y salió a su encuentro. El mayor de sus retoños estaba tendido en el Círculo Social Rubén López Sabariego (pescador asesinado en 1961, también por marines de la base naval ilegítima).
Entonces no hubo lágrimas, solo unas palabras ante la solicitud de la prensa en las cuales pedía a las demás madres continuar con el legado y la lucha de su primogénito por defender la nación, “y si es necesario dar la vida por la Revolución, la daremos”, afirmó.
Más de cincuenta mil pobladores de Guantánamo, expresaron su repudio e indignación ante el crimen e hicieron del sepelio la más grandiosa manifestación de duelo popular del territorio, que se extendió a toda Cuba.
El General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Comandante y Ministro de las FAR, encabezó la protesta contra el crimen y entregó a Andrés, padre del combatiente caído, el carné que reconocía a Ramón López Peña como el primer militante de la Unión de Jóvenes Comunistas en la institución militar. Además, en un enardecido discurso expresó: “Han perdido a un hijo, y en cada uno de nosotros tendrán un hijo. Su dolor lo compartimos todos (…) ¡Que viva la paz, pero con los fusiles, cañones y tanques bien engrasados...!”.
Con su muerte, López Peña se convirtió en símbolo de la valerosa fuerza joven, que en la frontera preserva la soberanía cubana. Allí es reconocido como el primer mártir de la unidad, que está a la vanguardia del sistema defensivo nacional; salvaguarda del suelo patrio frente a la ilegal Base Naval de Estados Unidos.
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