Guerrero y corajudo hasta la última bala
La estela de los inolvidables evoca el legado de Eduardo García Lavandero. Cuentan que había prometido a su madre que sabría “morir como un hombre”, si era preciso, dada su intensa participación en las acciones contra el régimen imperante; y así lo cumplió aquel 23 de junio de 1958.
De su abuelo, general del Ejército Libertador, le brotó la fidelidad hacia los principios emancipadores de la Isla. Por ello la existencia del bisoño se caracterizó por la acción y las ideas revolucionarias.
Tempranamente ocupó responsabilidades de dirección en organizaciones juveniles, llegó a militar así en el Directorio Estudiantil, cometidos que le avalaron para desempeñarse luego en altas esferas del movimiento revolucionario contra el dictador Fulgencio Batista.
Pero fue el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 el punto de partida para el comienzo de sus actividades conspirativas; y a raíz de los sucesos del 26 de julio de 1953, Lavandero estuvo detenido durante una semana.
Una vez en contacto con José Antonio Echeverría, pasó a integrar el Directorio Revolucionario siendo designado para reorganizar el dispositivo de acción en La Habana. Actividades por las que era buscado con rencor por los cuerpos represivos, hasta que ocurrió el enfrentamiento final el día funesto en que lo acribillaron a balazos.
Su trayectoria muestra las luchas libradas en las montañas del Escambray, donde combatió con valentía. Más tarde volvió al llano para desarrollar un enfrentamiento más directo contra la represiva policía de la época, a costa de su vida.
Varios de sus compañeros recordaron que el día de su asesinato, Eduardo se dirigía hacia el edificio Washington, radicado en la esquina en que convergen las calles Jovellar y Soledad, cuando fue detectado por un grupo de esbirros que vigilaban el inmueble.
Tras un intercambio de disparos, en el cual uno de ellos lo impacta en una pierna, el joven logra escapar con pericia hasta encontrar refugio en una lavandería ubicada en Vapor no. 70. Pero alguien lo delató y los sicarios fueron hasta el lugar del escondite a buscarlo.
Fue así cercenada la vida de este luchador clandestino. Había combatido junto a José Antonio Echeverría, Evelio Prieto y otros tantos a la dictadura de Fulgencio Batista. García Lavandero fue un hombre de virtudes ejemplares; su valor y entrega a la causa revolucionaria continúan presentes en la Historia de Cuba, constituyendo guía para las nuevas generaciones.
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