La encargaduría (I)
El año 1959 empezó distinto a los anteriores.
La isla hervía de entusiasmo por la victoria de los barbudos de Fidel Castro, esos Cristos desarrapados que recién habían descendido en masa desde las montañas, tomando el país con respaldo mayoritario del pueblo y ayuda de milicias clandestinas en llanos y ciudades, y hecho su entrada triunfal a La Habana en la Caravana de la Libertad. Héroes ya legendarios como el propio Fidel, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara se paseaban entre la gente, al alcance de la mano. El verde olivo se integró a la paleta de colores habituales, igual que las barbas y los cabellos masculinos crecidos, al gusto de las mujeres. Un mundo nuevo surgía.
En mi familia, también se respiraban aires de cambio.
Después de año y medio sin que mis abuelos maternos abonasen el alquiler del modesto apartamentico interior, en bajos, donde vivían con sus tres hijos pequeños, a escasos cien metros de la frontera chic del Vedado, una noche, Ley, el casero, dijo a abuelo que lo sentía mucho, pero le resultaba imposible seguir esperando por él.
Solo por fuerza mayor, personas honradas como mis abuelos incumplían sus obligaciones. Era eso o pasar hambre. Eso o privar a los niños de lo elemental. El dinero no alcanzaba. Abuelo salía diariamente con su maletica de herramientas a buscar trabajos de plomería. No siempre navegaba con suerte. Abuela ganaba poco o nada cocinando «para la calle». Ella y la madrastra de abuelo se ocupaban de la cocina. Mi bisabuelo gallego repartía las cantinas de comida a domicilio.
Ante la posibilidad real de quedarse sin techo, la primera idea, por supuesto, fue acudir a la familia. Sin embargo, abuela se negó de plano a «recogerse» con parientes, salvo en caso extremo. Así que abuelo aceleró la búsqueda de un empleo estable —llevaba tiempo intentándolo en vano—, e inició indagaciones entre amigos, hermanos de la masonería, colegas y clientes, sobre un probable hogar sustituto.
A eso dedicó los primeros meses del año. En la isla se fraguaban leyes revolucionarias, se rehacían instituciones —no sin tropiezos—y germinaba la semilla inspiradora de movimientos progresistas en América, Asia y África. La llave del golfo se convertía en llave de libertad, mientras abuelo bregaba por techo y comida para los suyos. Aún sin éxito.
Hasta que apareció Cabezón.
Nicolás Cabezón García era codueño de la célebre ferretería habanera «Feíto y Cabezón S.A.»—situada en la calle Reina No. 319, entre Lealtad y Campanario, Centro Habana—, junto a su cuñado José Feíto Taladrid, quien además poseía acciones por valor de 55 mil pesos cubanos de la época en una fábrica de cabillas—«Antillana de Acero S.A.»—, formaba parte de la clientela del The First National City Bank of New York y ostentaba la membresía de dos clubes privados: el Casino Español de La Habana y el Tarará Yatch Club(2).
Tiempo atrás, Cabezón, gratamente impresionado por faenas de plomería realizadas en un inmueble de su propiedad, había ofrecido a abuelo recomendaciones o empleo, si los necesitaba en el futuro.
Aquel era un edificio de apartamentos arrendados —diseño del arquitecto R. Rodríguez Pajón— que se inauguró en 1945, según la inscripción de la entrada. Aunque abuelo, pícaro, en confianza, nos aseguraba que la inauguración real fue en 1935, y Cabezón se había «ahorrado» el pago de diez años de impuestos, así como la diferencia resultante de utilizar materiales de segunda calidad, y arena de mar en vez de arena lavada.
A inicios de 1959, abuelo salió en busca del empresario.Iba empujado por los rostros de su mujer y de los tres niños:tío con 6 años, tía a punto de cumplir 9, y mamá presumiendo sus 13 noviembres.
Referencias, Notas o Fuentes consultadas
Notas:
- La palabra «encargaduría» no está registrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), pero así llamaban mis abuelos –y las personas de su edad– al oficio y empleo de «encargado»: la persona que se ocupa de la custodia, limpieza, llaves y reparaciones menores de un edificio. La RAE utiliza con ese fin los términos «conserje» y «conserjería».
- Jiménez Soler, Guillermo: «Los propietarios de Cuba, 1958». Fichas de propietarios, pág. 211. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2008. Y«Las empresas de Cuba, 1958». Fichas de empresas, pág. 301. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2014.
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